No importa si nuestra vida
no tiene una gran resonancia externa; lo que importa es nuestra decisión de ser
fieles, al convertir los días de la vida en una ofrenda a Dios. Quien sabe
mirar a su Padre Dios, quien le trata con la confianza y amistad de Abrahán, no
cae en el pesimismo, aunque el empeño constante por servir al Señor no dé
resultados externos de los que uno pueda ufanarse.
¡Qué engaño tan grande
cuando el diablo intenta que el alma se llene de pesimismo ante resultados
aparentemente escasos, y, en cambio, el Señor está contento, a veces muy
contento, por la lucha diaria puesta, por el recomenzar continuo!