Poderosísimo, santísimo, altísimo y soberano Dios,
Padre justo y santo, Señor, rey del cielo y de la tierra,
te damos gracias por ser tú quien eres,
porque, por tu santa voluntad,
y por tu Hijo único con el Espíritu Santo,
has creado todas las cosas, espirituales y corporales.
Nos has hecho a tu imagen y semejanza,
nos has colocado en el paraíso;
y nosotros, caímos por nuestras faltas.
Te damos gracias porque,
igual que tú nos has creado por medio de tu Hijo
igualmente, por medio del santo amor con que nos has
amado,
has hecho nacer a tu Hijo, verdadero Dios y verdadero
hombre,
de la gloriosa Virgen, Santa María,
y, por su cruz, su sangre y su muerte,
has querido rescatarnos de nuestro cautiverio.
Te damos gracias porque este mismo Hijo
vendrá en la gloria de su majestad,
para mandar al fuego eterno a los malditos
que no han querido convertirse y reconocerte
y para decir a todos los que te habrán reconocido,
adorado y servido en la penitencia:
«Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado
para vosotros desde la creación del mundo» (Mt 25,34).
Todos somos miserables y pecadores,
no somos dignos de nombrarte;
te rogamos, pues, aceptes
que nuestro Señor Jesucristo
tu Hijo muy amado en quien te complaces,
junto con el Espíritu Santo Paráclito,
sea él mismo quien te de gracias por todo,
tal como te place y como a él le place,
él, que te basta siempre y en todo,
él, por quien has hecho tanto por nosotros.
¡Aleluya!