El hombre contemporáneo
cree más a los testigos que a los maestros;(Cf.Pablo VI, Exh. Ap. Evangelii nuntiandi, 41: l.c., 31-32). cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en
las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible
forma de la misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el « Testigo
» por excelencia (Ap 1, 5; 3, 14) y el modelo del testimonio cristiano.
El Espíritu Santo acompaña el camino de la Iglesia y la asocia al testimonio
que él da de Cristo (cf. Jn 15, 26-27).
La primera forma de
testimonio es la vida misma del misionero, la de la familia cristiana y de
la comunidad eclesial, que hace visible un nuevo modo de comportarse. El
misionero que, aun con todos los límites y defectos humanos, vive con sencillez
según el modelo de Cristo, es un signo de Dios y de las realidades
trascendentales. Pero todos en la Iglesia, esforzándose por imitar al divino
Maestro, pueden y deben dar este testimonio, que en muchos casos es el único modo posible de ser misioneros.