En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas
las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
11.11.23
de la Carta de Albino Luciani a San Buenaventura
En esta sociedad se ha creado un enorme vacío moral y religioso. Todos parecen espasmódicamente lanzados hacia conquistas materiales: ganar, invertir, rodearse de nuevas comodidades, pasarlo bien (...). Dios –que debería invadir nuestra vida– se ha convertido, en cambio, en una estrella lejanísima, a la que solo se mira en determinados momentos. Creemos ser religiosos porque vamos a la iglesia, tratando después de llevar fuera de la iglesia una vida semejante a la de tantos otros, entretejida de pequeñas o grandes trampas, de injusticias, de ataques a la caridad, con una falta absoluta de coherencia
Carta del 14 de febrero de 2017, n. 12. Autor: Mons. Fernando Ocáriz
El buen ejemplo y el esmerado cumplimiento de las obligaciones profesionales, familiares y sociales, son imprescindibles para ayudar a otras personas a seguir al Señor. Nuestro Padre nos ha enseñado que el prestigio profesional, considerado como auténtico servicio, es anzuelo de pescador de hombres[San Josemaría, Camino, n. 372.]: la fe ilumina la inteligencia y da sentido a la vida, hace descubrir aquella nueva dimensión que lleva a la Vida en Cristo.
El libro de oraciones, nº 18, Autor: San Gregorio de Narek (c. 944-c. 1010) monje y poeta armenio
«En seguida se puso derecha y glorificaba a Dios»
| Hubo un tiempo en que yo no existía, y tú me creaste. |
| No había pedido nada, y tú me hiciste. |
| Todavía no había salido a la luz, y me viste. |
| No había aparecido, y te compadeciste de mí. |
| No te había invocado todavía, y te ocupaste de mí. |
| No te había hecho ninguna señal con la mano, y me miraste. |
| No te había suplicado nada, y te compadeciste de mí. |
| No había articulado ningún sonido, y me comprendiste. |
| No había todavía suspirado, y me escuchaste. |
| Aún sabiendo lo que actualmente iba a ser, |
| no me despreciaste. |
| Habiendo considerado con tu mirada precavida |
| las faltas que tengo por ser pecador, |
| sin embargo, me modelaste. |
| Y ahora, a mí que tú has creado, |
| a mí que has salvado, |
| a mí que he sido objeto de tanta solicitud por tu parte, |
| que la herida del pecado, suscitado por el Acusador, |
| ¡no me pierda para siempre!... |
| Atada, paralizada, |
| encorvada como la mujer que sufría, |
| mi desdichada alma queda impotente para enderezarse. |
| Bajo el peso del pecado, mira hacia el suelo, |
| a causa de los duros lazos de Satán... |
| Inclínate hacia mí, tú, el sólo Misericordioso, |
| pobre árbol pensante que se cayó. |
| A mí, que estoy seco, hazme florecer de nuevo |
| en belleza y esplendor |
| según las palabras divinas del santo profeta (Ez 17,22-24)... |
| Tú, el sólo Protector, |
| te pido quieras echar sobre mí una mirada |
| surgida de la solicitud de tu amor indecible... |
y de la nada crearás en mí la misma luz. (cf Gn 1,3) |
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