Nuestro corazón está hecho para la alegría
La aspiración a la alegría está grabada en lo más íntimo
del ser humano. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro
corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a
la existencia. Y esto vale sobre todo para vosotros, porque la juventud es un
período de un continuo descubrimiento de la vida, del mundo, de los demás y de
sí mismo. Es un tiempo de apertura hacia el futuro, donde se manifiestan los
grandes deseos de felicidad, de amistad, del compartir y de verdad; donde uno
es impulsado por ideales y se conciben proyectos.
"Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías
sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la
alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor
sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la
alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el
descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos
resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y
sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además,
la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento
de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer
proyectos para el futuro. También pueden producir en nosotros una verdadera
alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra
del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película.
Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos
encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro,
que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no
es quizá una ilusión y una huida de la realidad. Hay muchos jóvenes que se
preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena? Esta
búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como
erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿Cómo podemos distinguir las
alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo
podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos
abandona ni en los momentos más difíciles?
Dios es la fuente de la verdadera alegría.
En realidad, todas las
alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la
vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque
Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí
misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman". (del Mensaje,
15 de Marzo de 2012)