Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma
tu cruz, y sigue a Jesús.
Pues que así es, ¿por qué teméis tomar la cruz, por la cual
se va al reino?
En la cruz está la salud,
en la cruz la vida,
en la cruz está
la defensa de los enemigos,
en la cruz está la infusión de la suavidad
soberana,
en la cruz está la fortaleza del corazón,
en la cruz está el gozo del
espíritu,
en la cruz está la suma virtud,
en la cruz está la perfección de la
santidad.
No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en
la cruz. Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. El vino
primero y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves,
y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El.
Y si fueres compañero de la pena, lo serás
también de la gloria. Dispón y ordena todas las cosas según tu querer y
parecer, y no hallarás sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza: y
así siempre hallarás la cruz. Pues, o sentirás dolor en el cuerpo, o padecerás
tribulación en el espíritu. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá el
prójimo: lo que peor es, muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás
aliviado, ni aliviado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que
sufras hasta cuando Dios quisiere.
Porque quiere Dios que aprendas a
sufrir la tribulación sin consuelo, y que te sujetes del todo a El, y te hagas
más humilde con la tribulación. Así que la cruz siempre está preparada, y te
espera en cualquier lugar; no puedes huir dondequiera que estuvieres, porque
dondequiera que huyas, llevas a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo.
Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo
esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si
quieres tener paz interior, y merecer perpetua corona.