9.4.23

Audiencia general, 24 de Octubre de 2012 de S. S. Benedicto XVI

 "Hoy crece a nuestro alrededor cierto desierto espiritual. A veces se tiene la sensación, por determinados sucesos de los que tenemos noticia todos los días, de que el mundo no se encamina hacia la construcción de una comunidad más fraterna y más pacífica; las ideas mismas de progreso y bienestar muestran igualmente sus sombras.

 A pesar de la grandeza de los descubrimientos de la ciencia y de los éxitos de la técnica, hoy el hombre no parece que sea verdaderamente más libre, más humano; persisten muchas formas de explotación, manipulación, violencia, vejación, injusticia. Cierto tipo de cultura, además, ha educado a moverse sólo en el horizonte de las cosas, de lo factible; a creer sólo en lo que se ve y se toca con las propias manos. 

Por otro lado crece también el número de cuantos se sienten desorientados y, buscando ir más allá de una visión sólo horizontal de la realidad, están disponibles para creer en cualquier cosa. En este contexto vuelven a emerger algunas preguntas fundamentales, que son mucho más concretas de lo que parecen a primera vista: ¿qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las nuevas generaciones? ¿En qué dirección orientar las elecciones de nuestra libertad para un resultado bueno y feliz de la vida? ¿Qué nos espera tras el umbral de la muerte? 

De estas preguntas insuprimibles surge como el mundo de la planificación, del cálculo exacto y de la experimentación; en una palabra, el saber de la ciencia, por importante que sea para la vida del hombre, por sí sólo no basta. 

El pan material no es lo único que necesitamos; tenemos necesidad de amor, de significado y de esperanza, de un fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico también en la crisis, las oscuridades, las dificultades y los problemas cotidianos. La fe nos dona precisamente esto: es un confiado entregarse a un 'Tú' que es Dios, quien me da una certeza distinta, pero no menos sólida que la que me llega del cálculo exacto o de la ciencia. La fe no es un simple asentimiento intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es adhesión a un «Tú» que me dona esperanza y confianza. Cierto, esta adhesión a Dios no carece de contenidos: con ella somos conscientes de que Dios mismo se ha mostrado a nosotros en Cristo; ha dado a ver su rostro y se ha hecho realmente cercano a cada uno de nosotros".

Tres libros a Bonose, libro 3,4; PL 112,1306; Autor: Rabano Mauro (c. 784-856) abad benedictino, obispo

 

Puedes Purificarme

No debes carecer de confianza en Dios ni perder la esperanza de su misericordia. No quiero que dudes o que te desesperes de poder ser mejor. Pues, si el demonio consiguió precipitarte desde la altura de la virtud hasta el abismo del mal, con mayor motivo Dios podrá llamarte a elevarte hacia la cima del bien y no sólo reponerte en el estado en el que te encontrabas antes de tu caída, sino hacerte más feliz de lo que parecías antes. No te desanimes, te lo ruego, y no eludas la esperanza del bien por miedo a que sea de ti lo que les ocurre a quienes no aman a Dios; porque no es la multitud de los pecados la que lleva el alma a la desesperanza, sino el desprecio que se siente por Dios.

Cualquier pensamiento que nos quita la esperanza de la conversión procede de la falta de fe: como una piedra pesada atada del cuello nos lleva a mirar hacia abajo, hacia el suelo, sin poder levantar la mirada hacia el Señor. Pero el que se arma de valor y que tiene el espíritu iluminado, logra liberarse de tan aborrecible peso.