En nuestros días, en
Occidente, la peor enfermedad no es la tuberculosis o la lepra sino el sentirse
indeseable, abandonado, privado de amor. Sabemos cuidar las enfermedades del
cuerpo por medio de la medicina, pero el único remedio para la soledad, el
desconcierto y el desespero es el amor. Hay mucha gente que muere en el mundo
por falta de un trozo de pan, pero hay muchos más que mueren por falta de un
poco de amor. La pobreza de Occidente es una pobreza diferente. No es sólo una
pobreza de soledad, sino también de falta de espiritualidad. Existe un hambre
de amor como existe un hambre de Dios...