La caída de los ángeles rebeldes
1. Continuando el tema de las
precedentes catequesis dedicadas al artículo de la fe referente a los ángeles,
criaturas de Dios, vamos a explorar el misterio de la libertad que
algunos de ellos utilizaron contra Dios y contra su plan de salvación respecto
a los hombres.
Como testimonia el Evangelista Lucas en
el momento, en el que los discípulos se reunían de nuevo con el Maestro llenos
de gloria por los frutos recogidos en sus primeras tareas misioneras, Jesús
pronuncia una frase que hace pensar: "veía yo a Satanás caer del cielo
como un rayo" (Lc 10, 18).
Con estas palabras el Señor afirma que
el anuncio del reino de Dios es siempre una victoria sobre el diablo, pero al
mismo tiempo revela también que la edificación del reino está continuamente
expuesta a las insidias del espíritu del mal. Interesarse por esto, como
tratamos de hacer con la catequesis de hoy, quiere decir prepararse al
estado de lucha que es propio de la vida de la Iglesia en este tiempo
final de la historia de la salvación (así como afirma el libro del Apocalipsis.
cf. 12, 7). Por otra parte, esto ayuda a aclarar la recta fe de la
Iglesia frente a aquellos que la alteran exagerando la importancia del
diablo o de quienes niegan o minimizan su poder maligno.
Las precedentes catequesis sobre los
ángeles nos han preparado para comprender la verdad, que la Sagrada Escritura
ha revelado y que la Tradición de la Iglesia ha transmitido, sobre Satanás, es
decir, sobre el ángel caído, el espíritu maligno, llamado también diablo o
demonio.
2.Esta "caída", que presenta
la forma de rechazo de Dios con el consiguiente estado de "condena",
consiste en la libre elección hecha por aquellos espíritus creados, los cuales
radical e irrevocablemente han rechazado a Dios y su reino,
usurpando sus derechos soberanos y tratando de trastornar la economía de la
salvación y el ordenamiento mismo de toda la creación. Un reflejo de esta
actitud se encuentra en las palabras del tentador a los progenitores: "Seréis
como Dios" o "como dioses" (cf. Gen 3,
5). Así el espíritu maligno trata de transplantar en el hombre la actitud de
rivalidad, de insubordinación a Dios y su oposición a Dios que ha venido a
convertirse en la motivación de toda su existencia.
3. En el Antiguo Testamento, la
narración de la caída del hombre, recogida en el libro del Génesis, contiene
una referencia a la actitud de antagonismo que Satanás quiere comunicar al
hombre para inducirlo a la transgresión (cf. Gen 3, 5). También
en el libro de Job (cf. Job 1, 11; 2, 5.7), vemos que satanás
trata de provocar la rebelión en el hombre que sufre. En el libro de la
Sabiduría (cf. Sab 2, 24), satanás es presentado como el
artífice de la muerte que entra en la historia del hombre juntamente con el
pecado.
4. La Iglesia, en el Concilio
Lateranense IV (1215), enseña que el diablo (satanás) y los
5. Estos textos nos ayudan a comprender
la naturaleza y la dimensión del pecado de satanás, consistente en el rechazo
de la verdad sobre Dios, conocido a la luz de la inteligencia y de la
revelación como Bien infinito, amor, y santidad subsistente. El
pecado ha sido tanto más grande cuanto mayor era la perfección espiritual y la
perspicacia cognoscitiva del entendimiento angélico, cuanto mayor era su
libertad y su cercanía a Dios. Rechazando la verdad conocida
sobre Dios con un acto de la propia libre voluntad, satanás se convierte en
"mentiroso cósmico" y "padre de la mentira" (Jn 8,
44). Por esto vive la radical e irreversible negación de Dios y trata
de imponer a la creación, a los otros seres creados a imagen de Dios,
y en particular a los hombres, su trágica "mentira sobre el Bien" que
es Dios. En el libro del Génesis encontramos una descripción precisa de esa
mentira y falsificación de la verdad sobre Dios, que satanás (bajo la forma de
serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del género humano:
Dios sería celoso de sus prerrogativas e impondría por ello limitaciones al
hombre (cf. Gen 3, 5). Satanás invita al hombre a liberarse de
la imposición de este juego, haciéndose "como Dios".
6. En esta condición de mentira
existencial satanás se convierte —según San Juan— también en homicida, es
decir, destructor de la vida sobrenatural que Dios había
injertado desde el comienzo en él y en las criaturas hechas a "imagen de
Dios": los otros espíritus puros y los hombres; satanás quiere
destruir la vida según la verdad, la vida en la plenitud del bien, la
vida sobrenatural de gracia y de amor. El autor del libro
de la Sabiduría escribe:" ...por envidia del diablo entró la muerte en el
mundo, y la experimentan los que le pertenecen" (Sab 2, 24).
En el Evangelio Jesucristo amonesta: "...temed más bien a aquel que
puede perder el alma y el cuerpo en la gehena" (Mt 10,
28).
7. Como efecto del pecado de los
progenitores, este ángel caído ha conquistado en cierta medida el
dominio sobre el hombre. Esta es la doctrina constantemente confesada y
anunciada por la Iglesia, y que el Concilio de Trento ha confirmado
en el tratado sobre el pecado original (cf. DS 1511): Dicha
doctrina encuentra dramática expresión en la liturgia del bautismo, cuando se
pide al catecúmeno que renuncie al demonio y a sus seducciones.
Sobre este influjo en el hombre y en
las disposiciones de su espíritu (y del cuerpo) encontramos varias indicaciones
en la Sagrada Escritura, en la cual satanás es llamado "el príncipe de
este mundo" (cf. Jn 12, 31; 14, 30;16, 11) e incluso
"el Dios de este siglo" (2 Cor 4, 4).
Encontramos muchos otros nombres que describen sus nefastas
relaciones con el hombre: "Belcebú" o "Belial", "espíritu
inmundo", "tentador", "maligno" y finalmente
"anticristo" (1 Jn 4, 3). Se le compara a un
"león" (1 Pe 5, 8), a un "dragón" (en el
Apocalipsis) y a una "serpiente" (Gen 3). Muy
frecuentemente para nombrarlo se ha usado el nombre de "diablo" del
griego "diaballein" (del cual "diabolos"),
que quiere decir: causar la destrucción, dividir, calumniar, engañar. Y a decir
verdad, todo esto sucede desde el comienzo por obra del espíritu maligno que es
presentado en la Sagrada Escritura como una persona, aunque se
afirma que no está solo: "somos muchos", gritaban los
diablos a Jesús en la región de las gerasenos (Mc 5, 9); "el
diablo y sus ángeles", dice Jesús en la descripción del juicio futuro
(cf. Mt 25, 41).
8. Según la Sagrada Escritura, y
especialmente el Nuevo Testamento, el dominio y el influjo de Satanás y de los
demás espíritus malignos se extiende al mundo entero. Pensemos en
la parábola de Cristo sobre el campo (que es el mundo), sobre la buena semilla
y sobre la mala semilla que el diablo siembra en medio del grano tratando de
arrancar de los corazones el bien que ha sido "sembrado" en ellos
(cf. Mt 13, 38-39). Pensemos en las numerosas exhortaciones a
la vigilancia (cf. Mt 26, 41; 1 Pe 5, 8), a
la oración y al ayuno (cf. Mt 17, 21). Pensemos en esta fuerte
afirmación del Señor: "Esta especie (de demonios) no puede ser expulsada
por ningún medio sino es por la oración" (Mc 9, 29). La acción
de Satanás consiste ante todo en tentar a los hombres para el mal,
influyendo sobre su imaginación y sobre las facultades superiores para poder
situarlos en dirección contraria a la ley de Dios. Satanás pone a
prueba incluso a Jesús (cf. Lc 4, 3-13) en la
tentativa extrema de contrastar las exigencias de la economía de la salvación
tal como Dios le ha preordenado.
No se excluye que en ciertos casos el
espíritu maligno llegue incluso a ejercitar su influjo no sólo sobre las cosas
materiales, sino también sobre el cuerpo del hombre, por lo que se
habla de "posesiones diabólicas" (cf. Mc 5, 2-9). No
resulta siempre fácil discernir lo que hay de preternatural en estos casos, ni
la Iglesia condesciende o secunda fácilmente la tendencia a atribuir muchos
hechos e intervenciones directas al demonio; pero en línea de principio no se
puede negar que, en su afán de dañar y conducir al mal, Satanás pueda llegar a
esta extrema manifestación de su superioridad.
9. Debemos finalmente añadir que las
impresionantes palabras del Apóstol Juan: "El mundo todo está bajo el
maligno" (1 Jn 5, 19), aluden también a la
presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se
hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios. El
influjo del espíritu maligno puede "ocultarse" de forma más
profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus "intereses":
La habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar su
existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento
que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del diablo. Sin
embargo, no presupone la eliminación de la libre voluntad y de la
responsabilidad del hombre y menos aún la frustración de la acción
salvífica de Cristo. Se trata más bien de un conflicto entre las fuerzas
oscuras del mal y las de la redención. Resultan elocuentes a este propósito las
palabras que Jesús dirigió a Pedro al comienzo de la pasión:" ...Simón,
Satanás os busca para ahecharos como trigo; pero yo he rogado por ti para que
no desfallezca tu fe" (Lc 22, 31).
Comprendemos así por que Jesús en la
plegaria que nos ha enseñado, el "Padrenuestro", que es la plegaria
del reino de Dios, termina casi bruscamente, a diferencia de tantas otras
oraciones de su tiempo, recordándonos nuestra condición de expuestos a
las insidias del Mal-Maligno. El cristiano, dirigiéndose al Padre con el
espíritu de Jesús e invocando su reino, grita con la fuerza de la fe: no nos
dejes caer en la tentación, líbranos del Mal, del Maligno. Haz, oh Señor, que
no cedamos ante la infidelidad a la cual nos seduce aquel que ha sido infiel
desde el comienzo.