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Vacío, Artículo en la Revista Humanitas del 5 de julio de 2013; Autor: Pbro. Raúl Hasbun



Cuando el hombre de la ciudad secular propicia, por acción u omisión, el vacío de Dios, deja todo el espacio libre para que el espíritu del mal y sus siete socios se apoderen del lugar y lo destinen a sus propios intereses. El desenlace es previsible. Replicando el desastre de la torre de Babel, los constructores se enredarán en su soberbia y en la imposibilidad de hablar el mismo idioma, y el edificio que presumía de alcanzar el cielo terminará, con estrépito, en el suelo. “Si el Señor no edifica la casa, en vano se fatigan los constructores”.
He ahí por qué los primeros cristianos se definían a sí mismo como alma del mundo, luz, sal y levadura de la historia. Y esa historia les dio la razón: cada vez que los hombres reintentaron construirla sin Dios, terminaron dirigiéndola en contra del hombre.
Un cristiano se traiciona a sí mismo, comete injusticia para con los demás y defrauda a Dios cuando deja vacíos los espacios públicos y privados en que se deciden los destinos de la humanidad. La indolencia política y social de los cristianos los hace cómplices de los ocho espíritus devastadores de la ciudad de los hombres.