5.11.24

Del Mensaje de S. S. Benedicto XVI para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud 2012

 

 Nuestro corazón está hecho para la alegría

La aspiración a la alegría está grabada en lo más íntimo del ser humano. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia. Y esto vale sobre todo para vosotros, porque la juventud es un período de un continuo descubrimiento de la vida, del mundo, de los demás y de sí mismo. Es un tiempo de apertura hacia el futuro, donde se manifiestan los grandes deseos de felicidad, de amistad, del compartir y de verdad; donde uno es impulsado por ideales y se conciben proyectos.

"Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro. También pueden producir en nosotros una verdadera alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película.

Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro, que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no es quizá una ilusión y una huida de la realidad. Hay muchos jóvenes que se preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena? Esta búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿Cómo podemos distinguir las alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos abandona ni en los momentos más difíciles?

Dios es la fuente de la verdadera alegría.

En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman". (del Mensaje, 15 de Marzo de 2012)

1.11.24

Las grandes Catequesis, 82; Autor: San Teodoro el Estudita (759-826) monje en Constantinopla

 Traten de entrar por la puerta estrecha" (Lc 13,24)

Atravesando día tras día el tiempo de la vida presente, salven sus vidas (cf. Lc 21,19) con la virtud, anticipen el Reino de los Cielos y reúnan los inconcebibles bienes que nos reservan las promesas.

Recto y estrecho es el camino de Dios (cf. Mt 7,14), pero grandes y espaciosos los lugares de reposo que se ofrecerán a todos. Las tentaciones del demonio se suceden e incendian la morada espiritual en ustedes, pero el rocío del Espíritu Santo apaga esos incendios y mantiene lista el Agua que surge en Vida eterna (cf. Jn 4,14). (…) Vamos, hijos míos, desde ahora soportemos valientemente este pequeño número de días. Esos días nos son dados para luchar, tenemos que ceñirnos con la corona de justicia (cf. 2Tm 4,8).

Les pido que a las aflicciones presentes opongamos un corazón ligero (cf. 2 Cor 4,17). Ellas nada son, y como un sueño o una sombra, pasan pronto. Que ninguna nos haga temblar ni claudicar, sino que con ardor renovado pongamos a la obra los mandamientos del Señor. No se dejen entristecer por un ultraje, desviar por una injuria, perder por un reproche, abatir por una irritación, apesadumbrar por un desprecio. Bajemos los ojos, elevemos nuestra alma, seamos buenos unos con otros, indulgentes, perseverantes, pacientes. (…)

Ustedes, enseñados por Dios, aprendieron todo eso. ¡Hagan lo que agrada a Dios (cf. Jn 8,29) y soporten con coraje los días presentes, hijos míos!