19.3.24

Mes de San José, día 19 de Marzo


 Nuestra fidelidad

Concédenos, Señor, que podamos servirte... con un corazón puro como San José, que se entregó para servir a tu Hijo... (MISAL ROMANO, Misa de la Solemnidad de San José. Oración sobre las ofrendas).

Mientras preparábamos la Solemnidad de hoy considerando la devoción de los siete domingos de San José, meditábamos el principio enunciado por Santo Tomás, que se aplica a la elección de San José, y a toda vocación: «A los que Dios elige para algo los prepara y dispone de tal modo que sean idóneos para ello» (SANTO TOMAS, Suma Teológica, 3, q. 27, a. 4, c.). La fidelidad de Dios se muestra en las ayudas que otorga siempre, en cualquier situación de edad, trabajo, salud, etc., en que nos encontremos, para que cumplamos fielmente nuestra misión en la tierra. San José correspondió delicada y prontamente a las innumerables gracias que recibió de parte de Dios.

Nosotros debemos meditar muchas veces que el Señor no nos fallará jamás; Él espera siempre nuestra correspondencia firme: en la juventud, en la madurez, y cuando ya no sea mucho el tiempo que nos separe de Dios; cuando parece que todo acompaña para ser leales y en aquellos momentos en los que pudiera dar la impresión de que todo invita a romper los compromisos contraídos.

El no sentir a Dios alguna vez -o por largos períodos-, el no sentirse atraído a dedicar a Dios el mejor rato del día, puede deberse, quizá, a que se tiene el alma llena de uno mismo y de todo lo que pasa a nuestro alrededor. En estos momentos la fidelidad a Dios es fidelidad al recogimiento interior, al empeño por salir de ese estado, a la vida de oración, a esa oración en la que el alma se queda sola, desnuda ante Dios y le pide, o le mira...

Dios espera de todos nosotros una actitud despierta, amorosa, llena de iniciativas. «El corazón del Santo Patriarca estuvo siempre lleno de alegría, incluso en los momentos más difíciles! Hemos de lograr que nuestro quehacer divino en la tierra, nuestro caminar hacia Dios sea siempre nuevo, como nuevo y original es siempre el amor, pues, como señala el poeta:

Nadie fue ayer
ni va hoy
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol
y un camino virgen
Dios.

Siempre eternamente nuevo.

Hoy pedimos a San José esa juventud interior que da siempre la entrega verdadera, la renovación desde sus mismos cimientos de estos firmes compromisos que adquirimos un día. Le pedimos también por tantos que esperan de nosotros esa alegría interior, consecuencia de la entrega, que les arrastre hasta Jesús, a quien encontrarán siempre muy cerca de María.

17.3.24

Confesión Nº 62, Autor: San Patricio


Pero ruego a quienes creen y temen a Dios: quienquiera se haya dignado observar o recibir este escrito que Patricio, pecador indocto sin duda, escribió en Irlanda, si algo pequeño hice o demostré según el agrado de Dios, que nadie vaya a decir que mi ignorancia lo hizo. Pensad más bien y creed con toda verdad que esto fue don de Dios.

16.3.24

Hablar con Dios, Tomo 5, Nº 76, Autor: Francisco Fernández Carvajal

De nosotros deberían decir quienes nos han tratado lo que sus contemporáneos afirmaron del Señor: pasó haciendo el bien (Hech 10, 38)... Nuestra vida ha de estar llena de obras de caridad y de misericordia, a veces tan pequeñas que no causarán mucho ruido: sonreír, alentar, prestar con alegría esos pequeños servicios que lleva consigo la convivencia, disculpar los errores del prójimo para los que casi siempre encontraremos una buena excusa... Es ésta una señal ante el mundo, pues por la caridad nos conocerá como discípulos de Cristo (Cfr. Jn 13, 35). Es también una referencia para nosotros mismos, pues si examinamos nuestra postura ante los demás, podremos averiguar con prontitud nuestro grado de unión con Dios.

Primera Carta de San Juan 2,3-11.

Queridos hermanos:

La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos.

El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.

Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él. El que dice que permanece en él, debe proceder como él.

Queridos míos, no les doy un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que aprendieron desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que ustedes oyeron. Sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo. Y esto es verdad tanto en él como en ustedes, porque se disipan las tinieblas y ya brilla la verdadera luz.

El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas.

El que ama a su hermano permanece en la luz y nada lo hace tropezar.

Pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido. 

15.3.24

Discurso de S. S. Benedicto XV en Mariazzell Sábado 8 de septiembre de 2007

Toda vuestra existencia debe ser, como la de san Juan Bautista, un gran reclamo vivo, que lleve a Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Jesús afirmó que Juan era "una lámpara que arde y alumbra" (Jn 5, 35). También vosotros debéis ser lámparas como él. Haced que brille vuestra luz en nuestra sociedad, en la política, en el mundo de la economía, en el mundo de la cultura y de la investigación. Aunque sea una lucecita en medio de tantos fuegos artificiales, recibe su fuerza y su esplendor de la gran Estrella de la mañana, Cristo resucitado, cuya luz brilla —quiere brillar a través de nosotros— y no tendrá nunca ocaso.

del Mensaje del Prelado del Opus Dei Mons. Fernando Ocáriz (15 marzo 2024)

La proximidad de la Semana Santa nos invita ya a intensificar la contemplación de Jesucristo en la cruz. A esto nos está ayudando litúrgicamente la Cuaresma que, como todas las dimensiones de la vida cristiana, nos va llevando a la identificación con Jesús. Me vienen a la memoria aquellas palabras que san Josemaría dirigió a un grupo de hijos suyos: «Manifestad claramente el Cristo que sois, por vuestra vida, por vuestro Amor, por vuestro espíritu de servicio, por vuestro afán de trabajo, por vuestra comprensión, por vuestro celo por las almas» (13-VI-1974). Con la ayuda de la gracia, podremos siempre crecer en un amor que no se queda en lo superficial, sino que se manifiesta también en la preocupación por los demás. El espíritu de servicio, el deseo eficaz de amar con obras a cada persona tal como es –con sus virtudes y defectos– refleja, a pesar de nuestra poquedad, el rostro del Señor.

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