19.1.24

del libro: Desde lo más Hondo de Nuestros Corazones; Autores: Cardenal Robert Sarah y Joseph Ratzinger - Benedicto XVI (2020)

 "¿Qué significa ser Sacerdote de Jesucristo? El Sacerdote debe ser alguien que observa. Debe tener cuidado con los poderes amenazantes del mal. Debe mantener al mundo despierto para Dios. Debe ser alguien que esté delante: en frente del paso del tiempo. En la verdad. Precisamente en el compromiso al servicio del bien. Ponte delante del Señor. En la vigilia de mi ordenación Sacerdotal, estaba profundamente grabado en mi alma lo que significa ser ordenado Sacerdote, más allá de todos los aspectos ceremoniales: significa que debemos ser purificados sin pausa e invadidos por Cristo para que sea Él quien hable y actúe en nosotros, y cada vez menos nosotros mismos. Me quedó claro que este proceso de volverse uno con Él y renunciar a lo que es nuestro, dura toda la vida e incluye liberaciones y renovaciones dolorosas”.

17.1.24

Carta de San Pablo a los Romanos 12, 9-21.

Que el amor sea sincero. 
Aborrezcan el mal y procuren todo lo bueno. Que entre ustedes el amor fraterno sea verdadero cariño, y adelántense al otro en el respeto mutuo. Sean diligentes y no flojos. Sean fervorosos en el Espíritu y sirvan al Señor. Tengan esperanza y sean alegres. Sean pacientes en las pruebas y oren sin cesar. Compartan con los hermanos necesitados, y sepan acoger a los que estén de paso. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. Alégrense con los que están alegres, lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No busquen grandezas y vayan a lo humilde; no se tengan por sabios.

No devuelvan a nadie mal por mal, y que todos puedan apreciar sus buenas disposiciones. Hagan todo lo posible para vivir en paz con todos. Hermanos, no se tomen la justicia por su cuenta, dejen que sea Dios quien castigue, como dice la Escritura: Mía es la venganza, yo daré lo que se merece, dice el Señor. Y añade: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: así le sacarás los colores a la cara.  No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal con el bien. 

12.1.24

Homilía del siglo V sobre la oración de autor anónimo

El sumo bien está en la oración, en el diálogo con Dios... La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve hasta el cielo y abrace a Dios con inefables abrazos, apeteciendo la leche divina, como el niño que, llorando, llama a su madre; por la oración el alma expone sus propios deseos y recibe dones mejores que toda la naturaleza invisible. Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, alegra nuestro espíritu y pacifica el alma.

Cuando hablo de oración me refiero a la verdadera, no a las simples palabras: la oración que es un deseo de Dios, una inefable piedad, no otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también dice el Apóstol: «Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26). Una oración así, cuando Dios la otorga a alguien, es una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma; quien la saborea se enciende en un deseo eterno del Señor, com
o un fuego ardiente que inflama su corazón. 


10.1.24

Meditaciones: domingo de la 8.ª semana del tiempo ordinario (ciclo C)

La formación personal no se improvisa, requiere tiempo y dedicación. Necesitamos mantener siempre vivo el deseo de conocer mejor nuestra fe. Esta actitud abierta y joven solo se sostiene en el tiempo con humildad de corazón. Nunca somos completamente «maestros», porque continuamos siempre siendo «discípulos». Un buen maestro es el que no deja nunca de aprender; el mejor guía es aquel que mejor se deja guiar. Muchos de aquellos «guías ciegos» (Mt 23,16), por tanto, son quienes, desconociendo sus propios límites, piensan que nadie puede enseñarles algo nuevo. Al final de su vida, lo explicaba san Josemaría diciendo: «Nosotros nunca decimos basta. Nuestra formación no termina nunca: todo lo que habéis recibido hasta ahora es fundamento para lo que vendrá después» (San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 18-VI-1972.). Sobre todo, nunca podemos dar por acabada la acción progresiva del Espíritu Santo en nuestra alma, que busca identificarla con el modo de ser de Jesucristo.

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