23.11.08

Hablar con Dios, Tomo 5, Nº 92, Autor: Francisco Fernández Carvajal

El Señor, a lo largo de su predicación en los tres años de vida pública, y especialmente con su entrega a la Pasión y Muerte, llama a quienes le siguen a ofrecerse a Dios Padre, no ya por medio del sacrificio de animales, aves o frutos del campo, como en el Antiguo Testamento, sino de sí mismos.

Amigos de Dios Nº 167, Autor: San Josemaría

Cuando los hipócritas planteen a vuestro alrededor la duda de si el Señor tiene derecho a pediros tanto, no os dejéis engañar. Al contrario, os pondréis en presencia de Dios sin condiciones, dóciles, como la arcilla en manos del alfarero (Jer 18, 6), y le confesaréis rendidamente: Deus meus et omnia! Tú eres mi Dios y mi todo.

Hecho de los Apóstoles 3,6

"Plata y oro no tengo, pero lo que tengo, eso te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda"

22.11.08

Getsemaní, pág. 36; Autor: Mons. Javier Echevarría

Contemplamos con frecuencia en las páginas del Evangelio cómo Jesús se conmovía, y a veces muy hondamente, ante las necesidades de las multitudes, de un pobre enfermo, de un pecador o una pecadora. Entre las consecuencias que saltan a los ojos de esos pasajes destaca la cercanía espiritual y humana que Él quiso y quiere mantener con las criaturas. No le asustaba ni le separaba de sus hermanos la indigencia más absoluta ni la miseria más vil en el orden moral o físico. Llegaba a compadecerse externamente, hasta emocionarse y llorar por las penas de las mujeres y de los hombres.

17.11.08

Getsemaní, pág. 22; Autor: Mons. Javier Echevarría

Durante la oración en el huerto no pasó por la cabeza a aquellos once la idea de abandonar al Maestro; pero su comportamiento era todavía demasiado afectivo, su amor a Cristo no informaba la totalidad de su ser. Casi se podría afirmar -como de nosotros- que se conducían por un querer a medias. Conocían de sobra que no les convenía apartarse del Señor, pero no se decidían a actuar con plena coherencia; no se identificaban con los ruegos expresos del Maestro. La flojera de su respuesta los condujo, se diría, a una presencia- ausencia, que lógicamente apenaba al Señor.

Getsemaní, pág. 22; Autor: Mons. Javier Echevarría

La Verdad atrae a los hombres, se abre camino en las inteligencias, los orienta y satisface; por eso, los discípulos fueron espontáneamente tras el Señor, como de ordinario ocurre al cristiano, si de detiene a pensar en los beneficios que Él procura. Pero no basta con dejarse llevar para ser amigos suyos; el Señor nos enseñó que se requiere el ejercicio conciente de la propia libertad, hasta las últimas consecuencias.

Hablar con Dios, Tomo V, Nº 82; Autor: Francisco Fernández Carvajal

Aprovechar el tiempo es llevar a cabo lo que Dios quiere que hagamos en ese momento. A veces, aprovechar una tarde será «perderla» a los pies de la cama de un enfermo o dedicando un rato a un amigo a preparar el examen del día siguiente. La habremos perdido para nuestros planes, muchas veces para nuestro egoísmo, pero la hemos ganado para esas personas necesitadas de ayuda o de consuelo y para la eternidad. Aprovechar el tiempo es vivir con plenitud el momento actual, poniendo la cabeza y el corazón en lo que hacemos, aunque humanamente parezca que tiene poca entidad, sin preocuparnos excesivamente por el pasado, sin inquietarnos demasiado por el futuro. El Señor quiere que vivamos y santifiquemos el momento presente, cumpliendo con responsabilidad ese deber que corresponde al instante que vivimos, librándonos de preocupaciones inútiles futuras, que quizá nunca llegarán, y si llegan... ya nos dará nuestro Padre Dios la gracia sobrenatural para superarlas y la gracia humana para llevarlas con garbo. Él mismo nos dijo: No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio peso. A cada día le basta su afán(Mt 6, 34). Vivir con plenitud el presente nos hace más eficaces y nos libra de muchas ansiedades inútiles.

16.11.08

Jeremías 31, 31-34

Llegarán los días –dice el Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –dice el Señor–. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –dice el Señor–: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: "Conozcan al Señor". Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.

13.11.08

Getsemaní, pág. 159; Autor: Mons. Javier Echevarría

Aquellos hombres, que una horas antes habían discutido sobre quién iría por delante en los designios del Salvador (cfr. Lc 22, 24-27) y que habían asegurado que entegarían la vida por Jesús (cfr. Mt 26,35), cuando les rogó expresamente que se colocaran en primera línea se hudieron y cayeron en el sopor y en la pasividad. La "carne" se impuso al "espíritu". Se cerraron a la realidad divina que se abría ante ellos, y habiendo sido llamados para allegarse, en esos momentos, a la auténtica vanguardia, se transformaron -repito la expresión de Santo Tomás- en una de las causas más profundas de la agonía de Jesús en Getsemaní.
También así se confirma que la Iglesia es de Dios, no de los hombres; más aún, cabe afirmar que sale y saldrá siempre adelante, a pesar de nosotros. ¡Qué lecciones más gráficas y profundas habrían admirado de acomodarse a ese consejo santo! Entre otras, la idea clarísima de que la vida de la Iglesia está enraizada en la oración y en la expiación, en la Santa Cruz que cada uno ha de llevar con Él.

1.11.08

Hablar con Dios, Tomo 7, Nº 9, Autor: Francisco Fernández Carvajal

Nosotros nos encontramos caminando hacia el Cielo y muy necesitados de la misericordia del Señor que es grande y nos mantiene día a día. Hemos de pensar muchas veces en él y en las gracias que tenemos, especialmente en los momentos de tentación o de desánimo.

Allí nos espera una multitud incontable de amigos. Ellos «pueden prestarnos ayuda, no solo porque la luz del ejemplo brilla sobre nosotros y hace más fácil a veces que veamos lo que tenemos que hacer, sino también porque nos socorren con sus oraciones, que son fuertes y sabias, mientras las nuestras son tan débiles y ciegas. Cuando os asoméis en una noche de noviembre y veáis el firmamento constelado de estrellas, pensad en los innumerables santos del Cielo, que están dispuestos a ayudarnos...»(R. A. Knox, Sermón a los colegiales de Alli Hallws, 1-XI-1950.). Nos llenará de esperanza en los momentos difíciles. En el Cielo nos espera la Virgen para darnos la mano y llevarnos a la presencia de su Hijo, y de tantos seres queridos como allí nos aguardan.