31.7.13

Silencio y Paz, Autor: Ignacio Larrañaga



Sebastián Haristoy,
amigo a quien hoy acompañamos
en su último viaje



Silencio y Paz,
fue llevado al país de la vida.
¿para qué hacer preguntas?
Su morada, desde ahora es el descanso,
y su vestido la luz para siempre.
Silencio y Paz, ¿Que sabemos nosotros?

Dios mío, Señor de la historia y dueño
del ayer y del mañana, en tus manos están las
llaves de la vida y de la muerte. Sin preguntarnos
nos llevaste contigo a la morada Santa, y nosotros
cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y
simplemente decimos: está bien, así sea.

Silencio y Paz,
La música fue sumergida en aguas profundas,
y todas las nostalgias gravitan sobre las
llanuras infinitas.

Se acabó el combate, ya no habrá para él
lágrimas y ni llanto, ni sobresaltos. El sol
brillará por siempre sobre su frente, y una paz
intangible asegurará definitivamente sus fronteras

Señor de la vida y dueño de nuestros destinos,
en tus manos depositamos silenciosamente,
este ser entrañable y amado que se nos fue.

Mientras aquí abajo entregamos a la tierra
sus despojos transitorios, duerme su alma inmortal
para siempre en la paz eterna, en tu seno
insondable y amoroso, oh Padre de misericordia.
Silencio y Paz.

Amén

25.7.13

Encíclica Redemptoris Missio Nº 42; Autor: S. S. Juan Pablo II


El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros;(Cf.Pablo VI, Exh. Ap. Evangelii nuntiandi, 41: l.c., 31-32). cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el « Testigo » por excelencia (Ap 1, 5; 3, 14) y el modelo del testimonio cristiano. El Espíritu Santo acompaña el camino de la Iglesia y la asocia al testimonio que él da de Cristo (cf. Jn 15, 26-27).
La primera forma de testimonio es la vida misma del misionero, la de la familia cristiana y de la comunidad eclesial, que hace visible un nuevo modo de comportarse. El misionero que, aun con todos los límites y defectos humanos, vive con sencillez según el modelo de Cristo, es un signo de Dios y de las realidades trascendentales. Pero todos en la Iglesia, esforzándose por imitar al divino Maestro, pueden y deben dar este testimonio, que en muchos casos es el único modo posible de ser misioneros. 

20.7.13

Hablar con Dios, Tomo IV, Nº 27; Autor: Francisco Fernández Carvajal


Esta mansedumbre y misericordia de Jesús por los débiles señalan el camino a seguir para llevar a nuestros amigos hasta Él, pues en su nombre pondrán su esperanza las naciones (Mt 12, 21). Cristo es la esperanza salvadora del mundo.
No podemos extrañarnos de la ignorancia, de los errores, de la dureza y resistencia que tantos ponen en su camino hacia Dios. El aprecio sincero por todos, la comprensión y la paciencia deben ser nuestra actitud ante ellos. Pues rompe la caña cascada aquel que no da la mano al pecador ni lleva la carga de su hermano; y apaga la torcida que humea aquel que desprecia en los que aún creen un poco la pequeña centella de la fe (SAN JERONIMO, en Catena Aurea, vol. II, p. 166.-).
Nuestros amigos, quienes se crucen con nosotros por circunstancias diversas, han de encontrar en la amistad o en nuestra actitud un firme apoyo para su fe. Por eso, hemos de acercarnos a su debilidad: para que se torne fortaleza; debemos verlos con ojos de misericordia, como los mira Cristo; con comprensión, con un aprecio verdadero, aceptando el claroscuro que forman sus miserias y sus grandezas. Por un lado, hemos de tener presente que servir a los demás, por Cristo, exige ser muy humanos (...). Hemos de comprender a todos, hemos de convivir con todos, hemos de disculpar a todos, hemos de perdonar a todos (SAN JOSEMARÍA, Es Cristo que pasa, 182.-). Por otro lado, no diremos que lo injusto es justo, que la ofensa a Dios no es ofensa a Dios, que lo malo es bueno. Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la doctrina clara y con la acción buena: ahogando el mal en abundancia de bien (cfr. Rom 12, 21). Así Cristo reinará en nuestra alma, y en las almas de los que nos rodean (SAN JOSEMARÍA, Es Cristo que pasa, 182).
Los frutos de esta doble actitud de comprensión y fortaleza son tan grandes -para uno mismo y para los demás- que bien vale la pena el esfuerzo por ver almas en quienes tratamos a diario; en verles tan necesitados como los veía el Señor.
No es suficiente apreciar -afirma un autor de nuestros días ( Cfr. J SHEED, Sociedad y sensatez, Herder, Barcelona 1963, pp. 37-38.-)-a los hombres brillantes porque son brillantes, a los buenos porque son buenos. Debemos apreciar a todo hombre porque es hombre, a todo hombre, al débil, al ignorante, al que carece de educación, al más oscuro. Y esto no lo podremos hacer a menos que nuestra concepción de lo que es el hombre lo haga objeto de estima. El cristiano sabe que todo hombre es imagen de Dios, que tiene un espíritu inmortal y que Cristo murió por él. La frecuente consideración de esta verdad nos ayudará a no separarnos de los demás, sobre todo cuando los defectos, las faltas de educación, su mal comportamiento se hagan más evidentes. Imitando al Señor, nunca romperemos una caña cascada. Como el buen samaritano de la parábola, nos acercaremos al herido y vendaremos sus heridas, y aliviaremos su dolor con el bálsamo de nuestra caridad. Y un día oiremos de labios del Señor estas dulces palabras: lo que hiciste con uno de éstos, por Mí lo hiciste (Cfr. Mt 25, 40.-).

19.7.13

CREDO de Nicea-Constantinopla



Credo in unum Deum, 

Patrem omnipoténtem, 

factórem caeli et terrae,

visibílium óminum et invisíbilium. 

Et in unum Dóminum Iesum Chrustum

Filium Dei unigénitum. 

Et ex Patre natum ante ómnia saécula. 

Deum de Deo, lumen de lúmine,

Deum verum de Deo vero.

Géntium, non factum, consubtantialem Patri: 

per quem ómnia facta sunt. 

Qui propter nos hómines

et propter nostram salútem descéndit de caelis

Et incarnatus est de Spíritu Sancto
e
x María Vírgine et homo factus est.

Crucifixus étiam pro nobis:

sub Póntio Piláto passus et sepúltus est. 

Et resurréxit tértia die, secúndum scripturas.

Et ascédit in caelum: sedet ad déxtram Patris. 

Et íterum ventúrus est cum glória

inducáre vivos et mortuos:

cuius regni non erit finis. 

Et in Spíritum Sanctum,

Dóminum et vivificántem: 

qui ex Patre et Filióque prócedit. 

Qui cum Patre et Filio

simul adorátur et conglorificátur; 

qui locútus est per Prophétas. 

Et unam sanctam catholicam

et apostólicam Ecclésiam.

Confíteor unum baptisma

in remissiónem peccatórum. 

Et exspécto resurrectiónem mortuórum. 

Et venturi saéculi. Amén

"Creo en un solo Dios, 

Padre todopoderoso, 

Creador del cielo y de la tierra, 

de todo lo visible y lo invisible. 


Creo en un solo Señor, Jesucristo,

Hijo único de Dios, 

nacido del Padre antes de todos los siglos: 

Dios de Dios, 

Luz de Luz, 

Dios verdadero de Dios verdadero, 

engendrado, no creado, 

de la misma naturaleza del Padre,

por quien todo fue hecho; 

que por nosotros lo hombres, 

y por nuestra salvación 

bajó del cielo, 

y por obra del Espíritu Santo 

se encarnó de María, la Virgen, 

y se hizo hombre; 

y por nuestra causa fue crucificado 

en tiempos de Poncio Pilato; 

padeció y fue sepultado, 

y resucitó al tercer día, según las Escrituras, 

y subió al cielo, 

y está sentado a la derecha del Padre; 

y de nuevo vendrá con gloria 

para juzgar a vivos y muertos, 

y su reino no tendrá fin. 


Creo en el Espíritu Santo, 

Señor y dador de vida, 

que procede del Padre y del Hijo, 

que con el Padre y el Hijo 

recibe una misma adoración y gloria, 

y que habló por los profetas.


Creo en la Iglesia, 

que es una, santa, católica y apostólica.


Confieso que hay un solo bautismo 
para el perdón de los pecados. 


Espero la resurrección de los muertos 

y la vida del mundo futuro. 
Amén.

6.7.13

Vacío, Artículo en la Revista Humanitas del 5 de julio de 2013; Autor: Pbro. Raúl Hasbun



Cuando el hombre de la ciudad secular propicia, por acción u omisión, el vacío de Dios, deja todo el espacio libre para que el espíritu del mal y sus siete socios se apoderen del lugar y lo destinen a sus propios intereses. El desenlace es previsible. Replicando el desastre de la torre de Babel, los constructores se enredarán en su soberbia y en la imposibilidad de hablar el mismo idioma, y el edificio que presumía de alcanzar el cielo terminará, con estrépito, en el suelo. “Si el Señor no edifica la casa, en vano se fatigan los constructores”.
He ahí por qué los primeros cristianos se definían a sí mismo como alma del mundo, luz, sal y levadura de la historia. Y esa historia les dio la razón: cada vez que los hombres reintentaron construirla sin Dios, terminaron dirigiéndola en contra del hombre.
Un cristiano se traiciona a sí mismo, comete injusticia para con los demás y defrauda a Dios cuando deja vacíos los espacios públicos y privados en que se deciden los destinos de la humanidad. La indolencia política y social de los cristianos los hace cómplices de los ocho espíritus devastadores de la ciudad de los hombres.

1.7.13

Las Bienaventuranzas, Cáp. 17, Autor: Georges Chevrot

Jesucristo no instaurará el reinado de Dios sobre la tierra con pusilánimes y con mediocres: le hacen falta hombres de gran corazón, que piensen con altura, que vean con amplitud, que quieran con grandeza. Esta voluntad de grandeza crea en ellos una insatisfacción y una inquietud comparables a las mordeduras del hambre y a las quemaduras de la sed.