16.11.13

La Libertad Interior, Cáp. 1, Autor: Jacques Philippe


Todos tenemos caracteres bien diferenciados, maneras de ver las cosas opuestas, y sensibilidades opuestas, y éste es un hecho que hay que reconocer con realismo y aceptar con humor. A algunos les encanta el orden y el menor síntoma de desorden crea en ellos inseguridad. Hay otros que en un contexto excesivamente cuadriculado y ordenado se asfixian enseguida. Los que aman el orden se sienten personalmente agredidos por quienes van dejándolo todo en cualquier sitio, mientras que a la persona de temperamento contrario la agobia quien exige, siempre y en todo, un orden perfecto. Y en seguida echamos mano de consideraciones morales, cuando no se trata más que diferencias de carácter. Todos padecemos una fuerte tendencia a alabar lo que nos gusta y conviene a nuestro temperamento, y a criticar lo que no nos agrada. Los ejemplos serían interminables. Y, si no se tiene esto en cuenta, nuestras familias y nuestras comunidades correrán el riesgo de convertirse en permanentes campos de batalla entre los defensores del orden y los de la libertad, entre los partidarios de la puntualidad y los de la flexibilidad, los amantes de la calma y los del tumulto, los madrugadores y los trasnochadores, los locuaces y los taciturnos, y así sucesivamente.
De ahí la necesidad de educarnos para aceptar a los demás como son, para comprender que su sensibilidad y los valores que los sustentan no son idénticos a los nuestros; para ensanchar y domar nuestro corazón y nuestros pensamientos en consideración hacia ellos.