2.2.10

Libro de la Sabiduría 7, 7-11

Por eso oré, y me fue dada la prudencia,
supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría.

La preferí a los cetros y a los tronos,
y tuve por nada las riquezas en comparación con ella.

No la igualé a la piedra más preciosa,
porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena;
y la plata, a su lado, será considerada como barro.

La amé más que a la salud y a la hermosura,
y la quise más que a la luz del día,
porque su resplandor no tiene ocaso.

Junto con ella me vinieron todos los bienes,
y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.