27.12.22

Hablar con Dios, Primero Ser Justos ; Autor: Francisco Fernández Carvajal


La economía tiene sus propias leyes y mecanismos, pero estas leyes no son suficientes ni supremas, ni esos mecanismos son inamovibles. El orden económico no debe concebirse –insiste el Magisterio de la Iglesia– como un orden independiente y soberano, sino que ha de estar sometido a los principios superiores de la justicia social, que corrijan los defectos y deficiencias del orden económico y tengan en cuenta la dignidad de la persona(8 Cfr. Pío XI, Enc. Quadragesimo anno, 15-VI-1931, 37).


La justicia social exige también que al trabajador no se le deje a merced de las leyes de la competencia, como si su trabajo se tratara solo de una mercancía
(Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 30-XII-1987, 34.); y una de las principales preocupaciones del Estado y de los empresarios «debe ser esta: dar trabajo a todos»( Juan Pablo II, En el estadio de Morumbi, 3-VII-1980), pues el paro forzoso es uno de los mayores males de un país y causa de otros muchos en la persona, en las familias y en la sociedad misma.

Quien trabaja en un taller, en la Universidad, en una empresa, no viviría la justicia si no cumple con esmero con su tarea, con competencia profesional, aprovechando el tiempo, cuidando los instrumentos de trabajo que son propiedad de la fábrica, de la biblioteca, del hospital, del taller, de la casa en la que se ayuda en las tareas del hogar. Los estudiantes faltarían a la justicia con la sociedad, con la familia, a veces gravemente, si no aprovechan ese tiempo dedicado al estudio. De modo general, las calificaciones académicas obtenidas pueden ser materia de un buen examen de conciencia. Muchas veces, la poca intensidad en el estudio será la causa de no ser más tarde buenos profesionales, faltando así a la justicia con la empresa en la que se trabaja, por carecer de la preparación debida. Son puntos que con frecuencia deberemos examinar, para vivir delicadamente, delante de Dios y de los hombres, los deberes hacia el prójimo: la justicia, la misericordia y la fidelidad en los pactos y promesas.