25.2.13

Hablar con Dios, Tomo II, Nº 13


Necesitamos luz y claridad para nosotros y para quienes están a nuestro lado. Es muy grande nuestra responsabilidad. El cristiano está puesto por Dios como antorcha que ilumina a otros en su caminar hacia Dios. Debemos formarnos “de cara a esa avalancha de gente que se nos vendrá encima, con la pregunta precisa y exigente: -"bueno, ¿qué hay que hacer?"(J. ESCRIVA DE BALAGUER, Surco, n. 221). Los hijos, los parientes, los colegas, los amigos se fijan en nuestro comportamiento y hemos de llevarlos a Dios. Y para que el guía de ciegos no sea también ciego (Cfr. Mt 15, 14) no basta saber como de oídas, por referencias; para llevar a nuestros parientes y amigos a Dios no basta un conocimiento vago y superficial del camino; es necesario andarlo... Esto es: tener trato con el Señor, ir conociendo cada vez con más profundidad su doctrina, tener una lucha concreta contra nuestros defectos. En una palabra: ir por delante en la lucha interior y en el ejemplo. Ser ejemplares en la profesión, en la familia... “Quien tiene la misión de decir cosas grandes -dice San Gregorio Magno-, está obligado igualmente a practicarlas” (SAN GREGORIO MAGNO, Regla pastoral, 2, 3). Y sólo si las practica será eficaz lo que diga.
Jesucristo, cuando quiso enseñar a los discípulos cómo habían de practicar el espíritu de servicio unos con otros, se ciñó él mismo una toalla y les lavó los pies (Cfr. Jn 13, 15.). Eso debemos hacer nosotros: dar a conocer a Cristo siendo ejemplares en los quehaceres diarios, convertir en vida la doctrina del Señor.