19.7.11

Prólogo al Nuevo Testamento de Rialp. Autor: Mons. Angel Suquía

La lectura y escucha de la Palabra de Dios tiene su momento privilegiado en la proclamación litúrgica, pero no puede reducirse sólo a ella. Es necesario un contacto personal, una meditación reposada, como hacía la Santísima Virgen. De esa manera se prepara y se prolonga la Palabra proclamada en la Liturgia. Además el conocimiento de la Biblia y muy particularmente del Nuevo Testamento prepara al cristiano para la misión evangelizadora y para dar razón de su esperanza a todo el que se la pida. Conocer las Escrituras es conocer a Cristo, según decía San Jerónimo. La Escritura es por ello el Libro por excelencia para un cristiano. La gran tarea de evangelización que la Iglesia tiene encomendada requiere una siembra abundante de la Palabra de Dios. Una difusión del Nuevo Testamento que pretenda llegar al mayor número posible de personas y familias es sin duda una de las formas más eficaces de siembra. El Nuevo Testamento, que ya va haciéndose imprescindible en las clases de religión, en las catequesis familiares y parroquiales y en los grupos de oración, está llamado a ser el amigo inseparable de cada cristiano.

17.7.11

Carta de San Pablo a los Romanos 8, 26-30

Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.

Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio.
En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.