13.11.08

Getsemaní, pág. 159; Autor: Mons. Javier Echevarría

Aquellos hombres, que una horas antes habían discutido sobre quién iría por delante en los designios del Salvador (cfr. Lc 22, 24-27) y que habían asegurado que entegarían la vida por Jesús (cfr. Mt 26,35), cuando les rogó expresamente que se colocaran en primera línea se hudieron y cayeron en el sopor y en la pasividad. La "carne" se impuso al "espíritu". Se cerraron a la realidad divina que se abría ante ellos, y habiendo sido llamados para allegarse, en esos momentos, a la auténtica vanguardia, se transformaron -repito la expresión de Santo Tomás- en una de las causas más profundas de la agonía de Jesús en Getsemaní.
También así se confirma que la Iglesia es de Dios, no de los hombres; más aún, cabe afirmar que sale y saldrá siempre adelante, a pesar de nosotros. ¡Qué lecciones más gráficas y profundas habrían admirado de acomodarse a ese consejo santo! Entre otras, la idea clarísima de que la vida de la Iglesia está enraizada en la oración y en la expiación, en la Santa Cruz que cada uno ha de llevar con Él.