29.1.13

Libro de la Vida, autora: Santa Teresa de Ávila


Y tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra
y pérdida de alma este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo
experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra -que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar-, así en el cielo hace cuanto le pide.

25.1.13

primera Carta de San Juan 2, 9-11

El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas.  El que ama a su hermano permanece en la luz y nada lo hace tropezar.  Pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido.

22.1.13

Encíclica Mater et Magistra Nº 83, Autor: San Juan XXIII

. . . en la naturaleza humana está arraigada la exigencia de que, en el ejercicio de la actividad económica, le sea posible al hombre sumir la responsabilidad de lo que hace y perfeccionarse a sí mismo.
De donde se sigue que si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad.

21.1.13

Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis Nº 72, Autor: S. S. Benedicto XVI


Esta novedad radical que la Eucaristía introduce en la vida del hombre ha estado presente en la conciencia cristiana desde el principio. Los fieles percibieron en seguida el influjo profundo que la celebración eucarística ejercía sobre su estilo de vida. San Ignacio de Antioquía (?-v. 110) expresaba esta verdad definiendo a los cristianos como “los que han llegado a la nueva esperanza”, y los presentaba como los que viven “según el domingo”. Esta fórmula del gran mártir antioqueno pone claramente de relieve la relación entre la realidad eucarística y la vida cristiana en su cotidianidad. La costumbre característica de los cristianos de reunirse el primer día después del sábado para celebrar la resurrección de Cristo —según el relato de san Justino mártir (v. 100-160) — es el hecho que define también la forma de la existencia renovada por el encuentro con Cristo.

 

La fórmula de san Ignacio —“vivir según el domingo”— subraya también el valor paradigmático que este día santo posee con respecto a cualquier otro día de la semana. En efecto, su diferencia no está simplemente en dejar las actividades habituales, como una especie de paréntesis dentro del ritmo normal de los días. Los cristianos siempre han vivido este día como el primero de la semana, porque en él se hace memoria de la radical novedad traída por Cristo. Así pues, el domingo es el día en que el cristiano encuentra aquella forma eucarística de su existencia que está llamado a vivir constantemente. “Vivir según el domingo” quiere decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una conducta renovada íntimamente.

15.1.13

De la Eucaristía a la Trinidad, p. 96, Autor: M. V. Bernadot,

La alegría es uno de los más irresistibles poderes que hay en el mundo: calma, desarma, conquista, arrastra. El alma alegre es un apóstol: atrae a los hombres hacia Dios, manifestándoles lo que en ella produce la presencia de Dios. Por esto el Espíritu Santo nos da este consejo: nunca os aflijáis, porque la alegría en Dios es vuestra fuerza (Nehemías 8, 10).

11.1.13

Salmo 78, 3-8


Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos contaron nuestros padres,

no queremos ocultarlo a nuestros hijos,
lo narraremos a la próxima generación:
son las glorias del Señor y su poder,
las maravillas que él realizó.

El dio una norma a Jacob,
estableció una ley en Israel,
y ordenó a nuestros padres
enseñar estas cosas a sus hijos.

Así las aprenderán las generaciones futuras
y los hijos que nacerán después;
y podrán contarlas a sus propios hijos,

para que pongan su confianza en Dios,
para que no se olviden de sus proezas
y observen sus mandamientos.

Así no serán como sus padres,
una raza obstinada y rebelde,
una raza de corazón inconstante
y de espíritu infiel a Dios:

7.1.13

Carta de Santiago 3, 14-18

Pero si ustedes están dominados por la rivalidad y por el espíritu de discordia, no se vanagloríen ni falten a la verdad. Semejante sabiduría no desciende de lo alto sino que es terrena, sensual y demoníaca.
Porque donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura; y además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera. Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz.