13.9.15

Camino 692; Autor: San Josemaría


¿Estás sufriendo una gran tribulación? ¿Tienes contradicciones? Di, muy despacio, como paladeándola, esta oración recia y viril:

"Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. -Amén. -Amén."

Yo te aseguro que alcanzarás la paz. 

29.6.15

Getsemaní, pág. 24; Autor: Mons. Javier Echevarría

A las criaturas -empezando por los propios apóstoles de Cristo-, si no vigilamos, si no nos esforzamos por descubrir la Providencia del Cielo, nos asalta el peligro del acostumbramietno malo -de la rutina- incluso cuando nos ocupamos de tareas importantes. No debería ser así, porque esa familiaridad mala lleva a la falta de amor, a no estar en los detalles con esmero, a permitir que se infiltre la indelicadeza con las personas que tratamos o con los objetos que usamos. Como enseña San Efrén, "la vigilancia que el Señor pide, se dirige a las dos partes del hombre: al cuerpo, para que esté prevenido contra la somnolencia; y al alma, para que rechace la pusilanimidad y la tibieza".

18.6.15

Hablar con Dios, Tomo 3, N° 93, Autor: Francisco Fernández Carvajal

Es de particular importancia ponernos en presencia de Aquel con quien deseamos hablar. Con frecuencia, el resto de la oración puede depender de estos primeros minutos en los que ponemos empeño en estar cerca de Quien sabemos nos ama y espera nuestra súplica, un acto de amor, que consideremos junto a Él un asunto que nos preocupa..., o sencillamente que permanezcamos en su presencia mirándole y sabiendo que nos mira. Si cuidamos con esmero, con amor, estos primeros momentos, si nos situamos de verdad delante de Cristo, una buena parte de la aridez y de las dificultades para hablar con Él desaparecen..., porque eran simplemente disipación, falta de recogimiento interior.
Para ponernos en presencia de Dios al comenzar la oración mental, debemos hacernos algunas consideraciones, que nos ayuden a alejar de nuestra mente otras preocupaciones. Le podemos decir a Jesús: «Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, para escucharme. Está en el Tabernáculo, realmente presente bajo las especies sacramentales, con su Cuerpo, su Sangre, Alma y Divinidad; y está presente en nuestra alma por la gracia, siendo el motor de nuestros pensamientos, afectos, deseos y obras sobrenaturales (...): ¡que me ves, que me oyes!
»Enseguida –nos sigue diciendo San Josemaría Escrivá–, el saludo, como se acostumbra a hacer cuando conversamos con una persona en la tierra. A Dios se le saluda adorándole: ¡te adoro con profunda reverencia! Y si a esa persona la hemos ofendido alguna vez, si la hemos tratado mal, le pedimos perdón. Pues, a Dios Nuestro Señor, lo mismo: te pido perdón de mis pecados, y gracia para hacer bien, con fruto, este rato de conversación contigo. Y ya estamos haciendo oración, ya nos encontramos en la intimidad de Dios.
»Pero, además, ¿qué haríamos si esa persona principal, con la que queremos charlar, tiene madre, y una madre que nos ama? ¡Iríamos a buscar su recomendación, una palabra suya en favor nuestro! Pues a la Madre de Dios, que es también Madre nuestra y nos quiere tanto, hemos de invocarla: ¡Madre mía Inmaculada! Y acudir a San José, el padre nutricio de Jesús, que también puede mucho en la presencia de Dios: ¡San José, mi Padre y Señor! Y al Ángel de la Guarda, ese príncipe del Cielo que nos ayuda y nos protege... ¡Interceded por mí!
»Una vez hecha la oración preparatoria, con esas presentaciones que son de rigor entre personas bien educadas en la tierra, ya podemos hablar con Dios. ¿De qué? De nuestras alegrías y nuestras penas, de nuestros trabajos, de nuestros deseos y nuestros entusiasmos... ¡De todo!
»También podemos decirle, sencillamente: Señor, aquí estoy hecho un bobo, sin saber qué contarte... Querría hablar contigo, hacer oración, meterme en la intimidad de tu Hijo Jesús. Sé que estoy junto a Ti, y no sé decirte dos palabras. Si estuviera con mi madre, con aquella persona querida, les hablaría de esto y de lo otro; contigo no se me ocurre nada.
»¡Esto es oración (...)! Permaneced delante del Sagrario, como un perrito a los pies de su amo, durante todo el tiempo fijado de antemano. ¡Señor, aquí estoy! ¡Me cuesta! Me marcharía por ahí, pero aquí sigo, por amor, porque sé que me estás viendo, que me estás escuchando, que me estás sonriendo» (San Josemaría Escrivá, Registro Histórico del Fundador, 20165, p. 1410).
Y junto a Él, incluso cuando no sabemos muy bien qué decirle, nos llenamos de paz, recuperamos las fuerzas para sacar adelante nuestros deberes, y la cruz se torna liviana porque ya no es solo nuestra: Cristo nos ayuda a llevarla.

19.4.15

Hablar con Dios, Tomo 3, Nº 1, Autor: Francisco Fernández Carvajal

Ningún cristiano puede pensar que, aunque su trabajo sea aparentemente de poca importancia -o así lo juzguen con ligereza algunos, con sus comentarios superficiales-, puede realizarlo de cualquier modo, con dejadez, sin cuidado y sin perfección. Ese trabajo lo ve Dios y tiene una importancia que nosotros no podemos sospechar.

14.4.15

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO del Catecismo de la Iglesia Católica 1213-1216


      1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Cc. de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): "Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra", Cath. R. 2,2,5).

       1214    Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como "nueva criatura" (2 Co 5,17; Ga 6,15).

1215    Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual "nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5).

1216    "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado..." (S. Justino, Apol. 1,61,12). Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10,32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Ts 5,5), y en "luz" él mismo (Ef 5,8):

                   El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios...lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque, es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios (S. Gregorio Nacianceno, Or. 40,3-4).


12.4.15

Hablar con Dios, Tomo 2, Nº 53, Autor: Francisco Fernández Carvajal


El Señor nos espera en la familia, en la Universidad, en la fábrica, en las asociaciones más diversas, dispuestos a recristianizar de nuevo el mundo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación, nos sigue diciendo el Señor. Es la nuestra una época en la que Cristo necesita hombres y mujeres que sepan estar junto a la Cruz, fuertes, audaces, sencillos, trabajadores, sin respetos humanos a la hora de hacer el bien, alegres, que tengan como fundamento de sus vidas la oración, un trato lleno de amistad con Jesucristo.

10.4.15

Abandono en la Providencia Divina, Autor: Juan Pedro de Caussade




“¡Es el Señor!”

En las manos de Dios todas las criaturas son vivas; es cierto que los sentidos no perciben más que la acción de la criatura, pero la fe cree en la acción divina sobre todo. Ve que Jesucristo vive en todo y opera a lo largo de todos los siglos, que el más mínimo instante y el más pequeño de los átomos encierran una porción de esta vida escondida y de esta acción misteriosa. La acción de las criaturas es un velo que encubre los profundos misterios de la acción divina. 


   

Después de su Resurrección, Jesucristo, en sus apariciones, sorprendía a sus discípulos, se presentaba a ellos bajo figuras que le disfrazaban, y tan pronto como se daba a conocer, desaparecía. Este mismo Jesús que está siempre viviente y operante, todavía sorprende a las almas que no tiene la fe suficientemente pura ni profunda. No hay ningún momento en el que Dios no se presente debajo de alguna pena, de alguna obligación o de algún deber. Todo lo que se realiza en nosotros, alrededor de nosotros y a través de nosotros, encierra y esconde su acción divina que, aunque invisible, hace que siempre nos veamos sorprendidos y que no conozcamos su operación más que cuando ella ya no subsiste. 


    

Si perforáramos el velo y si estuviéramos vigilantes y atentos, Dios se nos revelaría sin cesar y gozaríamos de su acción en todo lo que nos acontece. Frente a cada acontecimiento diríamos: “¡Es el Señor!”. Y en todas las circunstancias encontraríamos que recibimos un don de Dios, que las criaturas no son más que débiles instrumentos, que nada nos faltaría, y que el constante cuidado de Dios hacia nosotros le lleva a darnos lo que nos conviene.

19.3.15

Hablar con Dios, Tomo II, Nº 27; Autor: Francisco Fernández Carvajal


La oración pública (o en común) en la que participan todos los fieles es santa y necesaria,  pues Dios quiere ver a sus hijos también juntos orando (Cfr. Mt 18, 19-20.-); pero nunca puede sustituir al precepto del Señor: tú, en tu aposento, cerrada la puerta, ora a tu Padre (Mt 6, 6.-). La liturgia es la oración pública por excelencia, “es la cumbre hacia la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo fuente de donde mana toda su fuerza (...). Con todo, la vida espiritual no se contiene en la sola participación de la sagrada Liturgia. Pues el cristiano, llamado a orar en común, debe sin embargo entrar también en su aposento y orar a su Padre en lo oculto, es más, según señala el Apóstol, debe rezar sin interrupción (1 Tes, 5, 17)” 

15.3.15

Libro de Jeremías 17, 5-10


Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor!
El es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita.
¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza!
El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto.
Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo?
Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones.

4.3.15

Salmo 51. 3-21

Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.
Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;
 yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre.
Tú amas la sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.
¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
Trata bien a Sión por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén,
Entonces aceptarás los sacrificios rituales
–las oblaciones y los holocaustos–
y se ofrecerán novillos en tu altar.

21.2.15

Imitación de Cristo, Libro II, capitulo 12; Autor: Tomás de Kempis



Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús

Pues que así es, ¿por qué teméis tomar la cruz, por la cual se va al reino? 
En la cruz está la salud, 
en la cruz la vida, 
en la cruz está la defensa de los enemigos, 
en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, 
en la cruz está la fortaleza del corazón,
 en la cruz está el gozo del espíritu, 
en la cruz está la suma virtud, 
en la cruz está la perfección de la santidad. 
No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz. Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. El vino primero y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves, y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El.  

   Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria. Dispón y ordena todas las cosas según tu querer y parecer, y no hallarás sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza: y así siempre hallarás la cruz. Pues, o sentirás dolor en el cuerpo, o padecerás tribulación en el espíritu. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá el prójimo: lo que peor es, muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás aliviado, ni aliviado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que sufras hasta cuando Dios quisiere.

    Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, y que te sujetes del todo a El, y te hagas más humilde con la tribulación. Así que la cruz siempre está preparada, y te espera en cualquier lugar; no puedes huir dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas, llevas a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo. Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior, y merecer perpetua corona.

20.2.15

Sermón 6 de Cuaresma; SC 49, pag. 56-58; Autor: San León Magno


Amados míos, “la tierra está llena de la misericordia de Dios” (Sal 32,5) en todo tiempo... No obstante, el retorno de los días más particularmente marcados por el misterio de la restauración humana, estos día que preceden a la fiesta de Pascua, nos anima a prepararnos por una purificación religiosa... La fiesta de pascua tiene la particularidad que toda la Iglesia se alegra a causa del perdón de los pecados. Este perdón se realiza no solamente en aquellos que renacen por el bautismo sino también en aquellos que ya forman parte de la comunidad de los hijos (adoptivos) de Dios. 




Es verdad que, principalmente por el baño de un nuevo nacimiento, somos regenerados en hombres nuevos(Tit 3,5). Con todo, nos conviene a todos renovarnos diariamente  para combatir el deterioro de nuestra condición mortal y, en las etapas de nuestro progreso, no hay nadie que no tenga que caminar siempre hacia una perfección mayor. Todos debemos esforzarnos para que el día de la redención nadie permanezca en los vicios de otros tiempos. 




Lo que cada cristiano tiene que hacer en todo momento, queridos míos, hay que hacerlo ahora con un empeño mayor y generosidad más grande. Así cumpliremos el ayuno de cuarenta días instituido por los apóstoles, no tanto reduciendo nuestro alimento, sino, sobre todo, guardando abstinencia de nuestros pecados... No hay nada más provechoso que unir a los ayunos razonables de los santos la práctica de la limosna... Bajo el nombre de las obras de misericordia, la limosna engloba las acciones de bondad dignas de elogio, y así las almas de todos los fieles pueden unirse en un mismo mérito, sea cual sea la desigualdad de su condición y sus recursos.

4.2.15

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI al Foro Internacional de Acción Católica en Agosto 2012


La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad especialmente respecto al papel de los laicos en la Iglesia, que no se han de considerar como «colaboradores» del clero, sino como personas realmente «corresponsables» del ser y del actuar de la Iglesia. Es importante, por tanto, que se consolide un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su contribución específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en comunión cordial con los obispos.

Al respecto, la constitución dogmática Lumen gentium define el estilo de las relaciones entre laicos y pastores con el adjetivo «familiar»: «De este trato familiar entre los laicos y los pastores se pueden esperar muchos bienes para la Iglesia; actuando así, en los laicos se desarrolla el sentido de la propia responsabilidad, se favorece el entusiasmo, y las fuerzas de los laicos se unen más fácilmente a la tarea de los pastores. Estos, ayudados por laicos competentes, pueden juzgar con mayor precisión y capacidad tanto las realidades espirituales como las temporales, de manera que toda la Iglesia, fortalecida por todos sus miembros, realice con mayor eficacia su misión para la vida del mundo» (n. 37).

3.2.15

Oración a Santa Brígida de Kildare


Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a Santa Brígida de Irlanda para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

2.2.15

Primer sermón para la fiesta de la Purificación, Autor: Beato Guerrico de Igny


¿Quién, sosteniendo hoy entre sus manos un cirio encendido, no recuerda instantáneamente a aquel anciano que en este día recibió en sus brazos a Jesús, Verbo encarnado, luz de las naciones que brilla en el cirio, y que dio testimonio de la luz que ilumina a los gentiles? El viejo Simeón era todo él una llama encendida que iluminaba, dando testimonio de la luz, él que, lleno del Espíritu Santo, recibió, oh Dios, tu misericordia en medio de tu templo (Sal 47,10) y dio testimonio que Jesús es la misericordia y la luz de tu pueblo... 



¡Regocíjate, anciano justo, ve hoy lo que habías vislumbrado desde antiguo: las tinieblas del mundo se han disipado, las naciones caminan a la luz del Señor (cf Is 60,3). Toda la tierra está llena de su gloria, (Is 6,3) de la esta luz que tu escondías en otro tiempo en tu corazón y que hoy ilumina tus ojos...Abraza, o santo anciano, la sabiduría de Dios y que te rejuvenezcas(Sal 102,5). Recibe en tu corazón la misericordia de Dios y que tu vejez conocerá la dulzura de la misericordia. “Descansará sobre mi pecho”, dice la Escritura (Ct 1,12). Incluso cuando lo devuelva a su madre, se quedará conmigo. Mi corazón se embriagará de su misericordia y más aún, el corazón de su madre...Doy gracias y alabo a Dios por ti, llena de gracia, tú has dado al mundo la misericordia que yo acojo; el cirio que tú preparaste, lo tengo entre mis manos... 




Y vosotros, hermanos, ved el cirio arder entre las manos de Simeón, encended vuestros cirios con la luz del anciano... Entonces, no sólo llevaréis una luz en vuestras manos, sino vosotros mismos seréis luz. Luz en vuestro corazón, luz en vuestras vidas, luz para vosotros, luz para vuestros hermanos.

26.1.15

8 Bienaventuranzas, Autor: J. Orlandis

Por imposición laicista o por desorientación y negligencia lamentables, multitudes de jóvenes bautizados están llegando a la adolescencia con total desconocimiento de las más elementales nociones de la Fe y de la Moral y de los rudimentos mínimos de la piedad. Ahora, enseñar al que no sabe significa, sobre todo, enseñar a los que nada saben de religión, significa "evangelizarles", es decir, hablarles de Dios y de la vida cristiana. La catequesis ha pasado a ser en la actualidad una obra de misericordia de primera importancia