8.2.09

Primera Carta a los Corintios 9,16

Porque si evangelizo, no tengo de qué gloriarme; es una obligación que me incumbe. Pues, ¡ay de mí si no evangelizara!

Decreto Apostolicam Actuositatem, Nº 6

La misión de la Iglesia tiende a la santificación de los hombres, que hay que conseguir con la fe en Cristo y con su gracia. El apostolado, pues, de la Iglesia y de todos sus miembros se ordena, ante todo, al mensaje de Cristo, que hay que revelar al mundo con las palabras y con las obras, y a comunicar su gracia.

Decreto Apostolicam Actuositatem, Nº 6

A los laicos se les presentan innumerables ocasiones para el ejercicio del apostolado de la evangelización y de la santificación. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas, realizadas con espíritu sobrenatural, tienen eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios, pues dice el Señor: "Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt., 5,16).

Pero este apostolado no consiste sólo en el testimonio de la vida: el verdadero apóstol busca las ocasiones de anunciar a Cristo con la palabra, ya a los no creyentes para llevarlos a la fe; ya a los fieles para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a una vida más fervorosa: "la caridad de Cristo nos urge" (2 Cor., 5,14), y en el corazón de todos deben resonar aquellas palabras del Apóstol: "¡Ay de mí si no evangelizare"! (1 Cor., 9,16).

Mas como en nuestros tiempos surgen nuevos problemas, y se multiplican los errores gravísimos que pretenden destruir desde sus cimientos todo el orden moral y la misma sociedad humana, este Sagrado Concilio exhorta cordialísimamente a los laicos, a cada uno según las dotes de su ingenio y según su saber, a que suplan diligentemente su cometido, conforme a la mente de la Iglesia, aclarando los principios cristianos, defendiéndolos y aplicándolos convenientemente a los problemas actuales.

Hablar con Dios, Tomo 3, Nº 35; Autor: Francisco Fernández Carvajal

San Juan Crisóstomo salía al paso de las posibles disculpas ante esta gratísima obligación: «Nada hay más frío que un cristiano que no se preocupe por la salvación de los demás (...). No digas: no puedo ayudarles, pues si eres cristiano de verdad es imposible que no lo puedas hacer. Las propiedades de las cosas naturales no se pueden negar: lo mismo sucede con esto que afirmamos, pues está en la naturaleza del cristiano obrar de esta forma (...). Es más fácil que el sol no luzca ni caliente que deje de dar luz un cristiano; más fácil que esto sería que la luz fuese tinieblas. No digas que es una cosa imposible; lo imposible es lo contrario (...). Si ordenamos bien nuestra conducta, todo lo demás seguirá como consecuencia natural. No puede ocultarse la luz de los cristianos, no puede ocultarse una lámpara que brilla tanto»(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 20).

Preguntémonos si en nuestro ambiente, en el lugar donde vivimos y donde trabajamos, somos verdaderos transmisores de la fe, si acercamos a nuestros amigos a una mayor frecuencia de sacramentos. Examinemos si nos urge el apostolado como exigencia de nuestra vocación, si sentimos la misma responsabilidad de aquellos primeros, pues la necesidad no es hoy menor..., es un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no evangelizara!

Primera Carta a los Tesalonicenses 2, 3-4

En efecto, nuestra predicación no procede del error, ni de la impureza, ni del engaño, sino que, así como Dios nos ha juzgado dignos de confiarnos el Evangelio, así hablamos: no como buscando agradar a los hombres, sino a Dios, que es quien juzga nuestros corazones.

Hablar con Dios, Tomo 3, Nª 35; Autor: Francisco Fernández Carvajal

El afán de que muchos sigan a Cristo debe empujarnos a vivir mejor la caridad con todos, a poner más medios para acercarlos antes al Señor, que los espera: ¡la caridad de Cristo nos urge! (2 Cor 5, 14) Este fue el motor de la incansable actividad apostólica de San Pablo, y será también lo que nos impulse a nosotros; el amor al Señor nos llevará a sentir la urgencia apostólica y a no desaprovechar ninguna ocasión que se nos presente. Es más, en muchas circunstancias seremos nosotros quienes provocaremos esas oportunidades, que de otra forma nunca tendrían lugar.

Todo el mundo te busca... El mundo tiene hambre y sed de Dios. Por eso, junto a la caridad, la esperanza. Nuestros amigos y conocidos, incluso los más alejados, también tienen necesidad y deseos de Dios, aunque muchas veces no los manifiesten. Y, sobre todo, el Señor los busca a ellos.

Juan Pablo II, Discurso a los educadores católicos 12-lX-1987.

el mundo no puede contentarse simplemente con reformadores sociales. Tiene necesidad de santos. La santidad no es un privilegio de pocos; es un don ofrecido a todos... Dudar de esto significa no acabar de entender las intenciones de Cristo

Hablar con Dios, Tomo 3, Nº 35

El apostolado y el proselitismo que atraen a la fe o a una mayor entrega a Dios nacen del convencimiento de poseer la Verdad y el Amor, la verdad salvadora, el único amor que colma las ansias del corazón, siempre insatisfecho. Cuando se pierde esta certeza no se encuentra sentido a la difusión de la fe. Entonces, incluso en ambientes cristianos, se llega a pensar que no se puede influir para que los no cristianos --por ejemplo, ante las leyes en favor del divorcio y del aborto- apoyen una ley recta, según el querer divino. También pierde sentido el llevar la doctrina de Cristo a otras regiones donde todavía no ha llegado o no está hondamente arraigada la fe; en todo caso, la misión apostólica se convierte en una mera acción social en favor de la promoción de esos pueblos, olvidando el tesoro más rico que podrían darles: la fe en Jesucristo, la vida de la gracia... Son cristianos en los que la fe se ha debilitado y han olvidado, quizá, que la verdad es una, que hace más humanos a los hombres y a los pueblos, y abre el camino del Cielo.

Es importante que la fe lleve a plantearse acciones sociales, pero “el mundo no puede contentarse simplemente con reformadores sociales. Tiene necesidad de santos. La santidad no es un privilegio de pocos; es un don ofrecido a todos... Dudar de esto significa no acabar de entender las intenciones de Cristo” (JUAN PABLO II, Discurso a los educadores católicos 12-IX-1987.), omitir la esencia de su mensaje.

Surco Nº 954, Autor: San Josemaría

Compórtate como si de ti, exclusivamente de ti, dependiera el ambiente del lugar donde trabajas: ambiente de laboriosidad, de alegría, de presencia de Dios y de visión sobrenatural.
- No entiendo tu abulia. Si tropiezas con un grupo de compañeros un poco difícil - que quizá ha llegado a ser difícil por tu abandono- , te desentiendes de ellos, escurres el bulto, y piensas que son un peso muerto, un lastre que se opone a tus ilusiones apostólicas, que no te entenderán...
- ¿Cómo quieres que te oigan si, aparte de quererles y servirles con tu oración y mortificación, no les hablas?...
- ¡Cuántas sorpresas te llevarás el día en que te decidas a tratar a uno, a otro, y a otro! Además, si no cambias, con razón podrán exclamar, señalándote con el dedo: "hominem non habeo!" - no tengo quien me ayude!