19.9.09

Constitución Pastoral Gaudium et Spes Nº 69

Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos.

Hablar con Dios, Tomo 5, Nº 9; Autor: Francisco Fernández Carvajal

Tres son las características que señala el Señor en la tierra buena: oír con un corazón contrito, humilde, los requerimientos divinos; esforzarse para que ‑con la oración y la mortificación‑ esas exigencias calen en el alma y no se atenúen con el paso del tiempo; y, por último, comenzar y recomenzar, sin desanimarse si los frutos tardan en llegar, si nos damos cuenta de que los defectos no acaban de desaparecer a pesar de los años y del empeño en la lucha por desarraigarlos.

Constitución Pastoral Gaudium et Spes Nº 24

el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Io 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.