19.3.15

Hablar con Dios, Tomo II, Nº 27; Autor: Francisco Fernández Carvajal


La oración pública (o en común) en la que participan todos los fieles es santa y necesaria,  pues Dios quiere ver a sus hijos también juntos orando (Cfr. Mt 18, 19-20.-); pero nunca puede sustituir al precepto del Señor: tú, en tu aposento, cerrada la puerta, ora a tu Padre (Mt 6, 6.-). La liturgia es la oración pública por excelencia, “es la cumbre hacia la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo fuente de donde mana toda su fuerza (...). Con todo, la vida espiritual no se contiene en la sola participación de la sagrada Liturgia. Pues el cristiano, llamado a orar en común, debe sin embargo entrar también en su aposento y orar a su Padre en lo oculto, es más, según señala el Apóstol, debe rezar sin interrupción (1 Tes, 5, 17)”