19.4.15

Hablar con Dios, Tomo 3, Nº 1, Autor: Francisco Fernández Carvajal

Ningún cristiano puede pensar que, aunque su trabajo sea aparentemente de poca importancia -o así lo juzguen con ligereza algunos, con sus comentarios superficiales-, puede realizarlo de cualquier modo, con dejadez, sin cuidado y sin perfección. Ese trabajo lo ve Dios y tiene una importancia que nosotros no podemos sospechar.

14.4.15

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO del Catecismo de la Iglesia Católica 1213-1216


      1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Cc. de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): "Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra", Cath. R. 2,2,5).

       1214    Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como "nueva criatura" (2 Co 5,17; Ga 6,15).

1215    Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual "nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5).

1216    "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado..." (S. Justino, Apol. 1,61,12). Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10,32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Ts 5,5), y en "luz" él mismo (Ef 5,8):

                   El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios...lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque, es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios (S. Gregorio Nacianceno, Or. 40,3-4).


12.4.15

Hablar con Dios, Tomo 2, Nº 53, Autor: Francisco Fernández Carvajal


El Señor nos espera en la familia, en la Universidad, en la fábrica, en las asociaciones más diversas, dispuestos a recristianizar de nuevo el mundo: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación, nos sigue diciendo el Señor. Es la nuestra una época en la que Cristo necesita hombres y mujeres que sepan estar junto a la Cruz, fuertes, audaces, sencillos, trabajadores, sin respetos humanos a la hora de hacer el bien, alegres, que tengan como fundamento de sus vidas la oración, un trato lleno de amistad con Jesucristo.

10.4.15

Abandono en la Providencia Divina, Autor: Juan Pedro de Caussade




“¡Es el Señor!”

En las manos de Dios todas las criaturas son vivas; es cierto que los sentidos no perciben más que la acción de la criatura, pero la fe cree en la acción divina sobre todo. Ve que Jesucristo vive en todo y opera a lo largo de todos los siglos, que el más mínimo instante y el más pequeño de los átomos encierran una porción de esta vida escondida y de esta acción misteriosa. La acción de las criaturas es un velo que encubre los profundos misterios de la acción divina. 


   

Después de su Resurrección, Jesucristo, en sus apariciones, sorprendía a sus discípulos, se presentaba a ellos bajo figuras que le disfrazaban, y tan pronto como se daba a conocer, desaparecía. Este mismo Jesús que está siempre viviente y operante, todavía sorprende a las almas que no tiene la fe suficientemente pura ni profunda. No hay ningún momento en el que Dios no se presente debajo de alguna pena, de alguna obligación o de algún deber. Todo lo que se realiza en nosotros, alrededor de nosotros y a través de nosotros, encierra y esconde su acción divina que, aunque invisible, hace que siempre nos veamos sorprendidos y que no conozcamos su operación más que cuando ella ya no subsiste. 


    

Si perforáramos el velo y si estuviéramos vigilantes y atentos, Dios se nos revelaría sin cesar y gozaríamos de su acción en todo lo que nos acontece. Frente a cada acontecimiento diríamos: “¡Es el Señor!”. Y en todas las circunstancias encontraríamos que recibimos un don de Dios, que las criaturas no son más que débiles instrumentos, que nada nos faltaría, y que el constante cuidado de Dios hacia nosotros le lleva a darnos lo que nos conviene.