15.10.12

Para Llegar a Puerto Pg 70, Autor: Francisco Fernández Carvajal

Durante los minutos en que se atiende a una persona, solo se tiene en la cabeza y en el corazón a esa alma que busca ayuda. Todo lo demás pasa a segundo término. El Señor premia siempre esa actitud abnegada de olvido  de sí, porque Él  se ocupa entonces de lo "nuestro" y lo resuelve mucho mejor que nosotros mismos. Cada uno tendrá la impresión que es el mismo Jesús quien le escucha y atiende. Por eso, en muchas ocasiones, nos podrá ayudar preguntarnos: ¿cómo cuidaría el Señor a esta persona que llega en estas circunstancias concretas?,  ¿qué le diría?, ¿cómo la empujaría, con suavidad  y fortaleza, a  ser más generosa, más santa?... Si las almas se sienten miradas así, recibirán verdaderamente los consejos  de esa charla fraterna como si llegaran del mismo Jesucristo.