25.12.08

Evangelio según San Juan 1,1-12

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.

Carta a los Hebreos 1,1-4

En distinas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizdo la purificaión de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.

12.12.08

Getsemaní, pág. 143; Autor: Mons. Javier Echevarría

Nosotros -hay que reconocerlo con sinceridad- nos quedamos lejos de Jesús y nos sumergimos en un mal sueño en situaciones mucho menos dramáticas. Cuánts veces nuestras deserciones -la deserción es el pecado- se originan en la mera comodidad, en las pequeñas ambiciones, en la sensualidad que dejamos que se desborde. Jesucristo lloró por su amigo Lázaro muerto. ¡Cómo lo haría al contemplar nuestra falta de vida, de vibración cristiana, más penosa que el fallecimiento físico, pues coloca a la criatura radicalmente lejos de Él, de sus latidos de auténtica vida y de auténtico amor! Con razón nos aconseja la Escritura Santa que pidamos al Señor que nos cambie el corazón de piedra por uno humano que sepa amar (cfr. Ez 11, 19), que no navegue en la tristeza del egoísmo y de la indeferencia.

8.12.08

Isaías 61, 8-11

Pues Yo, Yavé, amo el derecho.
y odio la iniquidad y la rapiña.
Fielmente les daré su recompensa,
y haré con ellos una alianza eterna.

Su raza será renombrada entre las naciones,
y sus vástagos en medio de los pueblos.
Todos cuantos los vean reconocerán
que son una raza bendecida de Yavé.

Exulto, Exulto, en Yavé,
y mi alma jubila en mi Dios,
porque me ha puesto los vestidos de la salvación,
me ha envuelto en el manto de la justicia,
como un recién nacido se ciñe la diadema,
o una novia se adorna de sus joyas.

Pues como la tierra echa sus brotes,
como un huerto hace brotar lo sembrado,
así el Señor Yavé hará germinar la justicia
y la gloria ante todas las naciones.

6.12.08

Getsemaní, pág. 100-101; Autor: Mons. Javier Echevarría

¡Rendido de hinojos! (cfr. Lc 22, 41). ¡Postrado rostro por tierra! (cfr. Mt 26, 39). ¡Qué expresivo es el Evangelio! Hasta la postura física de Jesús habla del profundo sentido de adoración y de alabanza que es esencial a la relación del hombre con el Creador, y que se expresa de manera eminente en la oración. Cristo, de rodillas ante el Padre, nos habla, en medio de su agonía, del magnífico cometido del cristiano, que debe convertir toda su tarea en una alabanza a la Trinidad, bien decidido a adorarla con todo su ser.
....
Evidentemente, las acciones de Cristo se alzaron en un continuo loor al Padre. Por eso, y sin miedo a exageraciones o a interpretaciones acomodaticias, hemos de concluir que rezar de rodillas, mortificando el cuerpo, es sumamente agradable a Dios.

No quitemos, pues, importancia a los gestos del cuerpo en la relación con Dios: a las inclinaciones de cabeza, a las genuflexiones, a esas circunstancias del culto público o de la oración personal en que nos ponemos de rodillas, a esa postración en tierra de los que van a ser ordenados para el ministerio sacerdotal. Son modos de la tradición y de la liturgia que manifiestan la espontánea unión completa del cuerpo a la oración de reverencia, de piedad y de reconocimiento gozoso de nuestra condición de criaturas ante el Creador.

5.12.08

Evangelio según San Lucas 5,5

"Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada, pero fiado de tu palabra echaré las redes"