El descubrimiento de la personal vocación es el momento más importante de toda la existencia. De la respuesta fiel a esta llamada depende la propia felicidad y la de otros muchos. Dios nos crea, nos prepara y nos llama en función de un designio divino. «Si hoy tantos cristianos viven a la deriva, con escasa profundidad y limitados por estrechos horizontes, se debe, sobre todo, a la falta de una clara conciencia de su peculiar razón de ser y de existir (...). Lo que eleva al hombre, lo que le da realmente una personalidad, es la conciencia de su vocación, la conciencia de su tarea concreta. Eso es lo que llena una vida y le da contenido»(F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, Rialp, 17ª ed., Madrid 1984, pp. 84-85)
La primera decisión en el seguimiento de Cristo constituye el fundamento de otras muchas respuestas a lo largo de la vida. La fidelidad se hace día a día, ordinariamente en cosas que parecen de poca trascendencia, en los pequeños deberes de la jornada, rechazando todo aquello que pueda dañar lo que es la esencia de nuestro vivir.
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