Encomiendo de todo corazón, a diario, que el Señor nos conceda el don de lenguas. Un don de lenguas, que no consiste en el conocimiento de varios idiomas, sino en saber adaptarse a la capacidad de los oyentes.
—No se trata de "hablar en necio al vulgo, para que entienda"; sino de hablar en sabio, en cristiano, pero de modo asequible a todos.
—Este don de lenguas es el que pido al Señor y a su Madre bendita para sus hijos.
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