“Le pondrán el nombre de Emanuel”
“Emanuel,
que quiere decir ‘Dios con nosotros’”, ¡Sí, Dios con nosotros! Hasta entonces
se había dicho “Dios está por encima de nosotros”, “Dios frente a nosotros”,
pero hoy es el “Emanuel”. Hoy es Dios con nosotros en nuestra naturaleza, con
nosotros en su gracia; con nosotros en nuestra debilidad, con nosotros en su bondad;
con nosotros en nuestra miseria, con nosotros en su misericordia; con nosotros
por amor, con nosotros por lazos de familia; con nosotros por su ternura, con
nosotros por su compasión…
¡Dios
con nosotros! No le habéis visto vosotros, hijos de Adán, subir al cielo para
ser Dios; Dios desciende del cielo para ser Emanuel, Dios-con-nosotros. ¡Viene
a nosotros para ser Emanuel, Dios-con-nosotros, y nosotros descuidamos de ir a
Dios para ser en Él! ¿“Oh, vosotros, humanos ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?” (Sal. 4,3). Mirad que ha venido la
verdad: “¿por qué amáis la falsedad y buscáis el engaño?” Mirad que ha venido
la palabra verdadera e inalterable; “¿por qué buscáis el engaño” Aquí tenéis al
Emanuel, aquí tenéis a Dios-con-nosotros.
¿Cómo
podía Él estar más cerca de mí? Pequeño como yo, débil como yo, desnudo como
yo, pobre como yo… en todo se ha hecho semejante a mí, tomando lo que es mío y
dando lo que es suyo. Yo yacía muerto, sin voz, sin sentido; ya ni tan sólo
poseía la luz de mis ojos. Hoy Él ha descendido, este hombre tan grande “este
profeta poderoso en obras y palabras” (Lc 24,19). “Ha puesto su rostro sobre mi
rostro, su boca sobre mi boca, sus manos sobre mis manos” (2R 4,34) se ha hecho
el Emanuel, ¡Dios-con-nosotros!
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