Una verdadera oración requiere disciplina; requiere buscar momentos de silencio cada día. A menudo significa esperar a que el Señor hable. Incluso en medio del ‘ajetreo’ y las presiones de nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser
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