«En seguida se puso derecha y glorificaba a Dios»
Hubo un tiempo en que yo no existía, y tú me creaste. |
No había pedido nada, y tú me hiciste. |
Todavía no había salido a la luz, y me viste. |
No había aparecido, y te compadeciste de mí. |
No te había invocado todavía, y te ocupaste de mí. |
No te había hecho ninguna señal con la mano, y me miraste. |
No te había suplicado nada, y te compadeciste de mí. |
No había articulado ningún sonido, y me comprendiste. |
No había todavía suspirado, y me escuchaste. |
Aún sabiendo lo que actualmente iba a ser, |
no me despreciaste. |
Habiendo considerado con tu mirada precavida |
las faltas que tengo por ser pecador, |
sin embargo, me modelaste. |
Y ahora, a mí que tú has creado, |
a mí que has salvado, |
a mí que he sido objeto de tanta solicitud por tu parte, |
que la herida del pecado, suscitado por el Acusador, |
¡no me pierda para siempre!... |
Atada, paralizada, |
encorvada como la mujer que sufría, |
mi desdichada alma queda impotente para enderezarse. |
Bajo el peso del pecado, mira hacia el suelo, |
a causa de los duros lazos de Satán... |
Inclínate hacia mí, tú, el sólo Misericordioso, |
pobre árbol pensante que se cayó. |
A mí, que estoy seco, hazme florecer de nuevo |
en belleza y esplendor |
según las palabras divinas del santo profeta (Ez 17,22-24)... |
Tú, el sólo Protector, |
te pido quieras echar sobre mí una mirada |
surgida de la solicitud de tu amor indecible... |
y de la nada crearás en mí la misma luz. (cf Gn 1,3) |
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