4.1.09

Getsemaní, pág. 156-157; Autor: Mons. Javier Echevarría

El espíritu está pronto, pero la carne es débil. Ya se advierte, por lo que venimos considerando, que, si esa prontitud connatural del "espíritu" -de la nueva criatura en Cristo- no se cultiva en la oración y en la entrega, la "carne" -la debilidad del hombre consecuencia del pecado- puede imponerse al "espíritu". El redentor conoce de sobra que, si no enreciamos el espíritu con perseverancia, la criatura se vuelve esclava de la miseria, incapaz de escoger la victoria que le conviene. Se enrecia el espíitu por el amor vigilante -cor meum vigilat(Ct 5, 2)-, por el cultivo del amor cristiano, por la oración y el espíritu de sacrificio.


Para agradar a Dios, para corresponder al Amor con amor, decidámonos a proceder como dos personas que se quieren sinceramente. Viven con la determinación de sacrificarse el uno por el otro; gastan sus días para robustecer ese amor, pasando por enciama del propio yo y acomodándose a lo que agrada al ser que tanto estiman. No se detienen en cálculos de generosidad, ¡aman!

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