Cuando atiendo personas, me dicen que les es muy dificil hacer diariamente un ratito de oración de la que llaman mental. Las razones son por la agitada vida de hoy pero sobretodo porque les da la impresión que Dios no les escucha ni menos les responde. ¡Dios no me habla!
Pero lo cierto es que cuando alguien que realmente ha hecho el esfuerzo por conversar cotidianamente un ratito con el Señor vuelve después de una cuantas semanas a la dirección espiritual comienza a hablar por primera vez de su señora y de sus hijos. Pasa otro tiempo y a la siguiente cita se explaya de lo poco agradecido que ha sido con sus padres. Pasa otro tiempo y viene con el tema de su comportamiento en el trabajo, que se aprovecha de los demás y no los trata bien... y ¡¿Dios no les habla?! Si ahí están los frutos.
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