Antes de querer hacer santos a todos aquellos a quienes amamos es necesario que les hagamos felices y alegres, pues nada prepara mejor el alma para la gracia como la leticia y la alegría.
Tú sabes ya -sólo quiero recordártelo- que cuando tienes entre las manos los corazones de aquellos a quienes quieres hacer mejores, si los has sabido atraer con la mansedumbre de Cristo, has recorrido ya la mitad de tu camino apostólico. Cuando te quieren y tienen confianza en ti, cuando están contentos, el campo está dispuesto para la siembra. Pues sus corazones están abiertos como una tierra fértil, para recibir el blanco trigo de tu palabra de apóstol o de educador.
Si sabes hablar sin herir, sin ofender, aunque debas corregir o reprender, los corazones no se te cerrarán. La semilla caerá, sin duda, en tierra fértil y la cosecha será abundante. De otro modo tus palabras encontrarán, en vez de un corazón abierto, un muro macizo; tu simiente no caerá en tierra fértil, sino al margen del camino -iuxta viam- de la indiferencia o de la falta de confianza; o en la piedra -super petram- de un ánimo mal dispuesto; o entre las espinas -inter spinas- de un corazón herido, resentido, lleno de rencor.
“No perdamos nunca de vista que el Señor ha prometido su eficacia a los rostros amables, a los modales afables y cordiales, a la palabra clara y persuasiva que dirige y forma sin herir: beati mites quoniam ipsi possidebunt terram, porque ellos poseeran la tierra. No debemos olvidar nunca que somos hombres que tratamos con otros hombres, aun cuando queramos hacer bien a las almas. No somos ángeles. Y, por tanto, nuestro aspecto, nuestra sonrisa, nuestros modales, son elementos que condicionan la eficacia de nuestro apostolado.
26.7.16
12.7.16
No Hay Mayor Amor; Autora: Beata Teresa de Calcuta
Cristo ha dicho: « Estaba hambriento y vosotros
me habéis alimentado» (Mt 25,35). Estaba hambriento no solamente de pan sino
también del afecto bondadoso que hace que se sienta amado, reconocido, que se
sienta ser alguien a los ojos de otro. Ha estado desnudo no solamente de todo
vestido, sino también de toda dignidad y consideración ya que la mayor
injusticia cometida hacia el pobre es despreciarle porque es pobre. Estuvo
privado no sólo de un techo...sino también de todas las privaciones que
aguantan los que son encerrados, rechazados o excluidos errando por el mundo
sin que no haya nadie que se preocupe por ellos.
pequeño de nuestros hermanos (Mt 25,40), no está solamente hambriento de un
trozo de pan sino también de amor, de reconocimiento, de ser tenido en cuenta.
3.4.16
Evangelio según San Lucas, 24, 28-29
Cuando llegaron cerca
del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le
insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». El
entró y se quedó con ellos.
25.3.16
Libro de Isaías 50,4-9a.
El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una
palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como
un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí
mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la
barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor
viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro
como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me
hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién
será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí!
Sí, el Señor viene
en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
22.3.16
Hablar con Dios, Tomo V, Nº 79, Autor: Francisco Fernández Carvajal
Frater qui adiuvatur a fratre quasi civitas
firma(Prov 18, 19). El hermano ayudado por su hermano es fuerte como una ciudad
amurallada, leemos en el Libro de los Proverbios. En aquellos primeros
tiempos, donde tantas dificultades externas encontraban quienes abrazaban la
fe, la
fraternidad era la mejor defensa contra todos los enemigos. Verdaderamente, la caridad bien vivida nos hace fuertes y
seguros como una ciudad amurallada, como una plaza fuerte inexpugnable a todos
los ataques. Las recomendaciones de vivir con delicadeza extrema el mandato del
Señor son muy abundantes: Llevad los unos las cargas de los otros, y
así cumpliréis la ley de Cristo( Gal 6,
2), exhorta San Pablo a los Gálatas. Nuestra disposición ante los
demás cuando los vemos agobiados, con una sobrecarga de trabajo, de
dificultades, ha de ser siempre la de ayudar a sobrellevar esos fardos, muchas
veces tan pesados. «Carga sobre ti –aconsejaba San Ignacio de Antioquía a su
discípulo San Policarpo–, como perfecto atleta de Cristo, las
enfermedades de todos» (San Ignacio de
Antioquía, Epístola a San Policarpo, 1, 3.)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)