27.2.22
26.2.22
Es Cristo que Pasa Nº 59, Autor: San Josemaría
Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros —hoy, ahora— una gran mudanza.
23.2.22
21.2.22
Y vosotros, ¿Quién decís que soy?, Autor San Pablo VI
Debo proclamar su nombre: Jesús es “el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,6). Él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es “el primogénito de toda criatura”, es el que “todo se mantiene en él” (Col 1,15.17). Es el señor de la humanidad y su redentor; nació, murió y resucitó por nosotros.
Es el centro de la historia del mundo; nos conoce y nos ama; es el compañero y amigo de nuestra vida “el hombre de dolores” (Is 53,3) y de la esperanza; es el que ha de venir y que, al final será nuestro juez y también, es nuestra confianza, nuestra vida plena y nuestra bienaventuranza.No acabaría nunca de hablar de él; es la luz, es la
verdad; mucho más, es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Él es el pan,
la fuente de agua viva que sacia nuestra hambre y nuestra sed. Es nuestro
pastor, nuestro jefe, nuestro modelo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Igual
que nosotros y más que nosotros ha sido pequeño, pobre, humillado, trabajador,
oprimido, sufriente.
20.2.22
Vita Consecrata N° 75, Autor: Juan Pablo II
Cristo llama sin cesar nuevos discípulos, hombres y mujeres para comunicarles, gracias a la efusión del Espíritu Santo (cf Rm 5,5) el amor divino, el ágape, su manera de amar, y para exhortarlos a servir a los prójimos en el humilde don de sí mismos, lejos de todo cálculo interesado. Pedro que se extasía ante la luz de la transfiguración exclama: “¡Señor, ¡qué bien estamos aquí!” (Mt 17,4) es invitado por Jesús a volver a los caminos de la vida, para continuar en el servicio del Reino de Dios.
“¡Pedro,
baja! Tú querías descansar en la montaña; baja y proclama la Palabra, amonesta
a tiempo y a destiempo, reprocha, exhorta, anima con gran bondad y con toda
clase de doctrina. Trabaja, esfuérzate, soporta las torturas para poseer lo que
está significado en las vestiduras blancas del Señor, también en la blancura y
la belleza de tu recto obrar, inspirado por la caridad” (S. Agustín).
Aunque la
mirada del apóstol esté fija en el rostro del Señor, no disminuye en nada su
compromiso a favor de los hombres; al contrario, lo refuerza dándole una nueva
capacidad de actuar sobre la historia, para liberarla de todo aquello que la
corrompe.
18.2.22
15.2.22
Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 2832
Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo . Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos.
14.2.22
Amigos de Dios Nº 198, Autor: San Josemaría
Tú has conocido lo que el Señor te proponía, y has decidido acompañarle en el camino. Tú intentas pisar sobre sus pisadas, vestirte de la vestidura de Cristo, ser el mismo Cristo: pues tu fe, fe en esa luz que el Señor te va dando, ha de ser operativa y sacrificada. No te hagas ilusiones, no pienses en descubrir modos nuevos. La fe que El nos reclama es así: hemos de andar a su ritmo con obras llenas de generosidad, arrancando y soltando lo que estorba.
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Basílica Vaticana Miércoles 29 de junio de 2011
Las palabras de Jesús sobre la amistad están en el contexto del discurso sobre la vid. El Señor enlaza la imagen de la vid con una tarea que encomienda a los discípulos: «Os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca» (Jn 15,16). El primer cometido que da a los discípulos, a los amigos, es el de ponerse en camino –os he destinado para que vayáis-, de salir de sí mismos y de ir hacia los otros. Podemos oír juntos aquí también las palabras que el Resucitado dirige a los suyos, con las que san Mateo concluye su Evangelio: «Id y enseñad a todos los pueblos...» (cf. Mt 28,19s). El Señor nos exhorta a superar los confines del ambiente en que vivimos, a llevar el Evangelio al mundo de los otros, para que impregne todo y así el mundo se abra para el Reino de Dios. Esto puede recordarnos que el mismo Dios ha salido de sí, ha abandonado su gloria, para buscarnos, para traernos su luz y su amor. Queremos seguir al Dios que se pone en camino, superando la pereza de quedarnos cómodos en nosotros mismos, para que Él mismo pueda entrar en el mundo.