Jesucristo no instaurará el reinado de Dios sobre la tierra con pusilánimes y con mediocres: le hacen falta hombres de gran corazón, que piensen con altura, que vean con amplitud, que quieran con grandeza. Esta voluntad de grandeza crea en ellos una insatisfacción y una inquietud comparables a las mordeduras del hambre y a las quemaduras de la sed.
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