En estos tiempos, especialmente en los países necesitados, se pone muchas veces el acento principal sobre los problemas sociales, a los que se dedica toda clase de esfuerzos incluso como expresión religiosa de la vida.
Ciertamente es evangélico dar de comer al hambriento y vestir al desnudo. Pero tales acciones en sí mismas pueden no mostrar el mensaje de Cristo en toda su belleza. Más aún, pueden en cierto modo falsearlo, porque actos semejantes pueden dejar a quien recibe en el complejo de "beneficiado"; mientras que el Evangelio lleva al hombre, a todos los hombres, a la más alta elevación, a ser hijos de Dios.
El Evangelio es algo indivisible y no se puede vivir y comprender verdaderamente en sus partes, si no se conoce y se vive en su conjunto.
El principal remedio a los problemas, incluso terrenos, de los países pobres es y seguirá siendo el anuncio del evangelio.
Es necesario que todos los hombres conozcan a Cristo, busquen su Reino y Su Justicia; y entonces, el resto, todo el resto, vendrá también para ellos por añadidura.
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