Como consecuencia de abandonar esta cita semanal con lo sagrado, comienza un proceso de insensibilización espiritual: la espiritualidad se va secando, el terreno del alma se va volviendo cada vez más árido para las cosas que Dios, que cada día mueven menos, aburren más, etc. Pecados que antes preocupaban… dejan de preocupar, cada vez son más los días que no reza nada… El alma se va volviendo indiferente, pierde sensibilidad espiritual. Y esto sucede poco a poco.
Quien deja de ir a Misa, al principio puede tener la impresión de que no ha pasado nada, de que todo sigue igual… pero no es así. Ha dejado de ser teocéntrico, de vivir centrado en la Eucaristía semanal. Ha desplazado a Dios del centro y esto se paga… Es como el pecador a quien puede parecer que su pecado no tiene consecuencias… pero tarde o temprano descubre que de Dios nadie se burla. Qué sí tiene serias consecuencias dejar a Dios.
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