Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos contaron nuestros padres,
no queremos ocultarlo a nuestros
hijos,
lo narraremos a la próxima
generación:
son las glorias del Señor y su
poder,
las maravillas que él realizó.
El dio una norma a Jacob,
estableció una ley en Israel,
y ordenó a nuestros padres
enseñar estas cosas a sus hijos.
Así las aprenderán las
generaciones futuras
y los hijos que nacerán después;
y podrán contarlas a sus propios
hijos,
para que pongan su confianza en
Dios,
para que no se olviden de sus
proezas
y observen sus mandamientos.
Así no serán como sus padres,
una raza obstinada y rebelde,
una raza de corazón inconstante
y de espíritu infiel a Dios:
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