Cuando leo el evangelio
y encuentro testimonios de la Ley y de los
profetas, no considero en ello otra
cosa que a Cristo. Cuando contemplo a
Moisés, cuando leo a los profetas es
para comprender lo que dicen de
Cristo. El día que habré llegado a entrar en
el resplandor de la luz de
Cristo y brille en mis ojos como la luz del sol, ya
no seré capaz de mirar
la luz de una lámpara. Si alguien enciende una lámpara
en pleno día, la
luz de la lámpara se desvanece. Del mismo modo, cuando uno
goza de la
presencia de Cristo, la Ley y los profetas desaparecen. No quito
nada a la
gloria de la Ley y de los profetas; al contrario, los enaltezco como
mensajeros de Cristo. Porque cuando leo la Ley y los profetas, mi meta no
es
la Ley y los profetas sino, por la Ley y los profetas quiero llegar a
Cristo.
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