30.12.22
Salmo 71 Oración de un anciano
29.12.22
Sermón 126, 3-4; Autor: San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Admira estos hechos, despierta: sabes admirar las cosas insólitas: ¿acaso son más grandiosas que las que estás acostumbrado a ver? Los hombres se asombraron de que nuestro Señor Jesucristo diera de comer a tantos miles con sólo cinco panes (), y no se asombran de que por obra de unos pocos granos se llenen las tierras de mieses (Mt 14,19ss). Los hombres vieron que el agua se había convertido en vino y se llenaron de estupor (Jn 2,19): ¿qué otra cosa hace la lluvia por medio de la raíz de la vid? El que hizo aquello, hizo esto. (…) |
El Señor hizo prodigios y muchos le despreciaron (…) diciendo para sí: “Estas obras son divinas, pero él no es sino un nombre”. Tú, pues, ves dos cosas: unos hechos divinos y un hombre; pero, si lo divino sólo puede hacerlo Dios, estate atento, no sea que en el hombre se oculta Dios. Fíjate —repito— en lo que ves y cree lo que no ves. Quien te llamó a creer, no te abandonó. Aunque te ordenó creer lo que no puedes ver, no te dejó sin ver algo, a partir de lo cual puedas creer lo que no ves. ¿Acaso las criaturas mismas son signos pequeños, indicios insignificantes del creador? Vino también, hizo milagros. No podías ver a Dios, pero podías ver al hombre: Dios se hizo hombre para que en un único hombre tuvieras algo que ver y algo que creer. |
28.12.22
Forja N° 634; Autor: San Josemaría
Encomiendo de todo corazón, a diario, que el Señor nos conceda el don de lenguas. Un don de lenguas, que no consiste en el conocimiento de varios idiomas, sino en saber adaptarse a la capacidad de los oyentes.
—No se trata de "hablar en necio al vulgo, para que entienda"; sino de hablar en sabio, en cristiano, pero de modo asequible a todos.
—Este don de lenguas es el que pido al Señor y a su Madre bendita para sus hijos.
Primera Carta de San Juan 1,5-7
Anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en él no hay tinieblas.
27.12.22
Hablar con Dios, Primero Ser Justos ; Autor: Francisco Fernández Carvajal
La economía tiene sus propias leyes y mecanismos, pero estas leyes no son suficientes ni supremas, ni esos mecanismos son inamovibles. El orden económico no debe concebirse –insiste el Magisterio de la Iglesia– como un orden independiente y soberano, sino que ha de estar sometido a los principios superiores de la justicia social, que corrijan los defectos y deficiencias del orden económico y tengan en cuenta la dignidad de la persona(8 Cfr. Pío XI, Enc. Quadragesimo anno, 15-VI-1931, 37).
La justicia social exige también que al trabajador no se le deje a merced de las leyes de la competencia, como si su trabajo se tratara solo de una mercancía(Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 30-XII-1987, 34.); y una de las principales preocupaciones del Estado y de los empresarios «debe ser esta: dar trabajo a todos»( Juan Pablo II, En el estadio de Morumbi, 3-VII-1980), pues el paro forzoso es uno de los mayores males de un país y causa de otros muchos en la persona, en las familias y en la sociedad misma.
Quien trabaja en un taller, en la Universidad, en una empresa, no viviría la justicia si no cumple con esmero con su tarea, con competencia profesional, aprovechando el tiempo, cuidando los instrumentos de trabajo que son propiedad de la fábrica, de la biblioteca, del hospital, del taller, de la casa en la que se ayuda en las tareas del hogar. Los estudiantes faltarían a la justicia con la sociedad, con la familia, a veces gravemente, si no aprovechan ese tiempo dedicado al estudio. De modo general, las calificaciones académicas obtenidas pueden ser materia de un buen examen de conciencia. Muchas veces, la poca intensidad en el estudio será la causa de no ser más tarde buenos profesionales, faltando así a la justicia con la empresa en la que se trabaja, por carecer de la preparación debida. Son puntos que con frecuencia deberemos examinar, para vivir delicadamente, delante de Dios y de los hombres, los deberes hacia el prójimo: la justicia, la misericordia y la fidelidad en los pactos y promesas.
26.12.22
Mensaje, 15 de Marzo de 2012; Autor: S. S. Benedicto XVI
"Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro.
Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro.
También pueden producir en nosotros una verdadera alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película.
Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro, que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no es quizá una ilusión y una huida de la realidad. Hay muchos jóvenes que se preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena?
Esta búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿cómo podemos distinguir las alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos abandona ni en los momentos más difíciles?
Dios es la fuente de la verdadera alegría. En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman".
23.12.22
Carta de San Pablo a los Efesios; 6,18_20
Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos, y también por mí, a fin de que encuentre palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del Evangelio, del cual yo soy embajador en medio de mis cadenas. ¡Así podré hablar libremente de Él, como debo hacerlo!
22.12.22
Sermón para la Anunciación, Autor: San Elredo de Rieval (1110-1167) monje cisterciense
“Le pondrán el nombre de Emanuel”
“Emanuel,
que quiere decir ‘Dios con nosotros’”, ¡Sí, Dios con nosotros! Hasta entonces
se había dicho “Dios está por encima de nosotros”, “Dios frente a nosotros”,
pero hoy es el “Emanuel”. Hoy es Dios con nosotros en nuestra naturaleza, con
nosotros en su gracia; con nosotros en nuestra debilidad, con nosotros en su bondad;
con nosotros en nuestra miseria, con nosotros en su misericordia; con nosotros
por amor, con nosotros por lazos de familia; con nosotros por su ternura, con
nosotros por su compasión…
¡Dios
con nosotros! No le habéis visto vosotros, hijos de Adán, subir al cielo para
ser Dios; Dios desciende del cielo para ser Emanuel, Dios-con-nosotros. ¡Viene
a nosotros para ser Emanuel, Dios-con-nosotros, y nosotros descuidamos de ir a
Dios para ser en Él! ¿“Oh, vosotros, humanos ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?” (Sal. 4,3). Mirad que ha venido la
verdad: “¿por qué amáis la falsedad y buscáis el engaño?” Mirad que ha venido
la palabra verdadera e inalterable; “¿por qué buscáis el engaño” Aquí tenéis al
Emanuel, aquí tenéis a Dios-con-nosotros.
¿Cómo
podía Él estar más cerca de mí? Pequeño como yo, débil como yo, desnudo como
yo, pobre como yo… en todo se ha hecho semejante a mí, tomando lo que es mío y
dando lo que es suyo. Yo yacía muerto, sin voz, sin sentido; ya ni tan sólo
poseía la luz de mis ojos. Hoy Él ha descendido, este hombre tan grande “este
profeta poderoso en obras y palabras” (Lc 24,19). “Ha puesto su rostro sobre mi
rostro, su boca sobre mi boca, sus manos sobre mis manos” (2R 4,34) se ha hecho
el Emanuel, ¡Dios-con-nosotros!
Carta a los Romanos: 1,1-7 Autor: San Pablo
De Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por un llamado de Dios, escogido para el Evangelio de Dios.
Esta
Buena Nueva, anunciada de antemano por sus profetas en las Santas Escrituras se
refiere a su Hijo, que nació de la descendencia de David según la carne, y que
el Espíritu de santidad ha designado Hijo de Dios al resucitarlo de entre los
muertos en una obra de poder.
De
él, Cristo Jesús, nuestro Señor, hemos recibido gracia y misión, para que en
todos las naciones sea recibida la fe, para gloria de su nombre. A estos
pueblos pertenecen ustedes, elegidos de Cristo Jesús 7 que están en Roma, a
quienes Dios ama y ha llamado y consagrado. Que de Dios, nuestro Padre, y de
Cristo Jesús, el Señor, les lleguen la gracia y la paz.
21.12.22
Audiencia general 21 de Diciembre de 2011 de S. S. Benedicto XVI
"La Navidad no es un simple aniversario del nacimiento de Jesús; es también esto, pero es más aún, es celebrar un misterio que ha marcado y continua marcando la historia del hombre. Dios mismo ha venido a habitar en medio de nosotros, se ha hecho uno de nosotros; un misterio que conmueve nuestra fe y nuestra existencia; un misterio que vivimos concretamente en las celebraciones litúrgicas, en particular en la Santa Misa". (Audiencia general 21 de Diciembre de 2011)
13.12.22
Carta a su tía; Autor: San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938) monje trapense español
Carta a su tía, 16/11/1935 (Obras completas - Editorial Monte Carmelo, p. 423-424, 426 - §355 y 358)
Tengo un tesoro tan grande, querida hermana… Quisiera dar gritos de alegría y decirle a toda la creación…, alabad al Señor…, amad al Señor…, es tan bueno, es tan grande…, es Dios. […] El mundo no ve; es ciego y Dios necesita amor, mucho amor. Yo no puedo darle todo, soy pequeño, me vuelvo loco. Quisiera que el mundo le amase, pero el mundo es su enemigo.
Señor,
qué suplicio tan grande; yo lo veo y no lo puedo remediar… Yo soy muy pequeño,
insignificante, el amor que te tengo me abruma. Quisiera que mis hermanos, mis
amigos, todos, te amasen mucho, […].
Qué
pena da el ver a los hombres que, al ver pasar a la comitiva de Jesús y sus
discípulos, permanecen insensibles… Qué alegría tendrían los apóstoles y los
amigos de Jesús, cada vez que un alma veía claramente, se desprendía de todo y
se unía a ellos y seguía al Nazareno, que lo único que pedía era un poco de
amor.
¿Vamos
nosotros a seguirle, querida hermana?... Él ve nuestra intención y nos mira, se
sonríe y nos ayuda… Nada hay que temer. Iremos para ser los últimos de la
comitiva que pasa por tierras de Judea, calladitos, pero alimentados con un
amor enorme, inmenso a Jesús… Él no necesita ni palabras, ni ponernos a su
alcance para que nos vea, ni grandes obras ni nada que llame la atención… Ser
los últimos amigos de Jesús, pero los que más le quieren.
Evangelio según San Lucas 21, 8
Jesús contestó: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: “Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca”. No los sigan
Evangelio según San Juan 4,1-10
Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.»