8.4.08

Amigos de Dios, Nº 12; Autor: San Josemaría

Me produce una pena muy grande enterarme de que un católico -un hijo de Dios que, por el Bautismo, está llamado a ser otro Cristo- tranquiliza su conciencia con una simple piedad formularia, con una religiosidad que le empuja a rezar de vez en cuando, ¡sólo si piensa que le conviene!; a asistir a la Santa Misa en los días de precepto -y ni siquiera todos-, mientras cuida puntualmente que su estómago se quede tranquilo, comiendo a horas fijas; a ceder en su fe, a cambiarla por un plato de lentejas, con tal de no renunciar a su posición... Y luego, con desfachatez o con escándalo, utiliza para subir la etiqueta de cristiano.

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