12.4.09

Simón Pedro, Capítulo 3; Autor: George Chevrot

Pescar hombres no quiere decir acapararlos para sí o imponerse a ellos, sino apartarlos del error o del pecado para llevarlos a Dios. No confundamos el apostolado con un proselitismo personal. La necesidad de proselitismo es innata en cada uno de nosotros: no nos basta con admirar, queremos que compartan nuestra admiración. ¿qué alegría supone para un hombre ganar adeptos a sus doctrinas, incorporar a un nuevo partidario a su causa! . . . De todas las victorias que el hombre puede ganar, de esa es de la que está más orgulloso: conseguir que otro adopte una opinión que él estima verdadera.

Pues bien: eso no es el apostolado cristiano. La ambición del apóstol es muy diferente y mucho más sublima; no persigue un triunfo personal, sino el triunfo de Cristo. No es nuestro punto de vista lo que deseamos comunicar a nuestros hermanos, sino una fe que "sabemos" verdadera porque es palabra de Dios.

"Serás pescador de hombres", es decir, en plena vida, en el pleno ejercicio de su libertad, con el fin de que puedan llevar una vida más sublime y fecunda. No se trata de plegarlos a nuestra manera de ver, sino de presentarles la verdad hasta que se adhieran a ella espontáneamente, con convicción y alegría. . .

No expongamos a los que pusieron en nosotros su confianza a la inmensa decepción de no encontrar al fin de sus investigaciones sino una sabiduría humana limitada, una virtud humana con sus debilidades, cuando esperaban hallar la verdad y la santidad. "Pescaremos" hombres únicamente para dárselos a Jesús. He aquí el apostolado.

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