«Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra».
31.3.13
27.3.13
Evangelio según San Juan 13, 38
¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
19.3.13
Hablar con Dios, Tomo VI, N° , Autor: Francisco Fernández Carvajal
El no sentir a Dios alguna vez –o por largos períodos–,
el no sentirse atraído a dedicar a Dios el mejor rato del día, puede deberse,
quizá, a que se tiene el alma llena de uno mismo y de todo lo que pasa a nuestro
alrededor. En estos momentos la fidelidad a Dios es fidelidad al recogimiento
interior, al empeño por salir de ese estado, a la vida de oración, a esa oración
en la que el alma se queda sola, desnuda ante Dios y le pide, o le mira...
13.3.13
Carta de San Pablo a los Romanos, 15,4
todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra
instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las
Escrituras, mantengamos la esperanza.
12.3.13
Evangelio según San Juan 5, 1-9 y Comentario de Juan Taulero
Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y
Jesús subió a Jerusalén.
Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una
piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.
Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos,
paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
.
Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta
y ocho años.
Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que
estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?".
El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja
en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro
desciende antes".
Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y
camina".
En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar.
Sermón 8 para el Primer Viernes de Cuaresma, Autor: Juan Taulero
Esta piscina... representa a la
persona de nuestro Señor Jesucristo, digno de amor, y el agua removida en esta
piscina, es la sangre bendita del Hijo de Dios tan querido, Dios y hombre, que
nos lavó a todos con su sangre preciosa y que, por amor, quiere lavar a todos
los que acuden a Él (1P 1,19; Ap 7,14)...
Los
enfermos pueden simbolizar a los hombres entregados al orgullo, a la cólera, al
odio, a la avaricia, a la lujuria, lo que nos da a entender que todos los
enfermos de este género, que pueden lavarse en la sangre de Cristo, serán
completamente curados, si quieren sumergirse en esta agua. Los cinco pórticos
de esta piscina pueden representar, en cierto sentido, las cinco heridas
sagradas de nuestro Señor, por las cuales y en las cuales todos nosotros hemos
sido salvados... Bajo estos pórticos de la piscina se albergaban un gran número
de enfermos, y el que descendía a la piscina, en cuanto se agitaba el agua,
quedaba completamente curado. ¿Qué significan pues esta agitación y este
contacto, sino que el Espíritu Santo desciende desde lo alto sobre el hombre, y
toca el interior del hombre, provocando allí una gran agitación, y que el
interior de este hombre verdadera y completamente ha cambiado? No
prueba más las cosas que le gustaban antes; y lo que le horrorizaba, ahora es
su goce.
El desprecio, la pobreza exterior e interior, la renuncia, la vida interior, la humildad, el despego de todas las cosas creadas: he aquí lo que hace ahora su mayor felicidad. Cuando este contacto se efectua, el enfermo, es decir el hombre exterior, desciende por completo al fondo de la piscina, y se lava en Cristo, en su sangre preciosísima y, por la virtud de este contacto, seguramente queda curado, como también está escrito en otro lugar: "todos los que le tocaban quedaron curados" (Mt 14,36).
7.3.13
Homilías sobre los Salmos, 11, 8, Autor: San Juan Crisóstomo
los párvulos en la escuela, primero aprenden la forma de las letras; luego empiezan a distinguir las torcidas, y así, paso a paso, acaban por aprender a leer. Dividiendo la virtud en partes, aprendamos primero, por ejemplo, a no hablar mal; luego, pasando a otra letra, a no envidiar a nadie, a no ser esclavos del cuerpo en ninguna situación, a no dejarnos llevar por la gula... Luego, pasando de ahí a las letras espirituales, estudiemos la continencia, la mortificación de los sentidos, la castidad, la justicia, el desprecio de la gloria vana; procuremos ser modestos, contritos de corazón. Enlazando unas virtudes con otras, escribámoslas en nuestra alma. Y hemos de ejercitar esto en nuestra misma casa: con los amigos, con la mujer, con los hijos.
2.3.13
Forja Nº 591, Autor: San Josemaría
Darse sinceramente a los demás es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)