31.8.20

La Alegría de Creer; Autora: Venerable Madeleine Delbrêl

Las virtudes prudentes y las virtudes necias

Nos han bien explicado que todo lo que tenemos que hacer en la tierra es amar a Dios.

Para que no estemos indecisos, sin saber cómo hacer, Jesús nos dice que la única forma, única receta y camino, es amarnos unos a otros.

Esta caridad también es teologal, porque nos une inseparablemente a Él, es la única puerta, única entrada al amor de Dios. Las virtudes son los caminos que llegan a esta puerta.

Todas son hechas para conducirnos hasta allí más alegres y seguros.
Una virtud que no llega ahí, es una virtud que se hizo necia. (…)

Quizás pueda contentarnos
llegar a una humildad sensacional,
o a una pobreza imbatible,
o a una obediencia imperturbable,
o a una pureza a toda prueba.
Eso podrá contentarnos.

Pero si esta humildad, pobreza, pureza, obediencia,
no nos hacen encontrar la bondad,
si la gente de nuestra casa, calle, ciudad,
tiene siempre hambre o frío,
si están siempre tristes, sombríos o solos,
quizás seremos héroes.
Pero no seremos de los que aman a Dios.

Las virtudes son como las vírgenes prudentes.
Con su lámpara en mano,
permanecen acurrucadas junto a la única puerta,
puerta del amor,
de la solicitud fraterna,
única puerta que se abre a las bodas

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