¡Venga a nosotros tu Reino!
En la segunda demanda de la oración del “Padre Nuestro”, el alma pura expresa el deseo de pronto ver llegar al Reino de su Padre.
Puede implicar, en primer lugar,
al Reino inaugurado cada día por Cristo en el alma de los santos. Eso se
produce cuando el diablo es expulsado de nuestro corazón junto con los vicios
con los que lo infectaba y su imperio desaparece. Entonces Dios entra en
nosotros como soberano, al mismo tiempo que se expande la fragancia de las
virtudes. Una vez que la fornicación es vencida, la castidad reina en nuestra
alma. Cuando la furia es superada, reina la tranquilidad y si el orgullo es
pisoteado, es el tiempo de la humildad.
También, la demanda del Reino
implica directamente lo prometido a todos los perfectos, a todos los hijos de
Dios. Cristo les dirá: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en
herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo” (Mt
25,34). Por eso, el alma mantiene su mirada ardientemente fijada en este
término feliz, plena de deseo, y en la espera exclama: “¡Venga a nosotros tu
Reino!”. Sabe bien, ya que su conciencia le rinde testimonio, que en cuanto lo
vea, entrará en ese Reino.
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