23.11.25
15.11.25
Salmo 100(99),1b-2.3.4.5.
¡Lleguemos hasta el Señor cantando himnos de gozo!
Aclame al Señor toda la
tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos
jubilosos.
Reconozcan que el Señor es
Dios:
él nos hizo y a él
pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de
su rebaño.
Entren por sus puertas dando
gracias,
entren en sus atrios con
himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan
su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece
para siempre,
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 6,13-16.
Yo te ordeno delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que dio buen testimonio ante Poncio Pilato: observa lo que está prescrito, manteniéndote sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo,
Manifestación que hará aparecer a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad y habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. ¡A él sea el honor y el poder para siempre! Amén.
Breviloquio, Prólogo, 2-5; Autor: San Buenaventura (1221-1274) franciscano, doctor de la Iglesia
El origen de la Escritura no se halla en la búsqueda humana, sino en la divina revelación que proviene del “Padre de las luces”, “de quien toma su nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra” (St 1,17; Ef 3,15). Es de él que, por su Hijo Jesucristo, llega a nosotros el Espíritu Santo. Es por el Espíritu Santo que, compartiendo y distribuyendo sus dones a cada uno según su voluntad Hb 2,4), se nos da la fe y “por la fe, Cristo habita en nuestros corazones” (Ef 3,17). De este conocimiento de Jesucristo se desprende, como de su fuente, la firmeza y la comprensión de toda la santa Escritura. Es, pues, imposible entrar en el conocimiento de la Escritura sin poseer infusa, primeramente, la fe de Cristo, como la luz, la puerta y el fundamento de toda la Escritura…
La finalidad o el fruto de la santa Escritura no es
cualquier cosa, sino la plena felicidad eterna. Porque en la Escritura están
“las palabras de vida eterna” (Jn 6,68); está, pues, escrita, no sólo para que
creamos, sino también para que poseamos la vida eterna en la cual veremos,
amaremos y nuestros deseos se verán eternamente colmados. Es entonces que
nuestros deseos se verán plenamente satisfechos, conoceremos verdaderamente “el
amor que sobrepasa todo conocimiento” y así llegaremos a “la Plenitud total de
Dios” (Ef 3,19). La divina Escritura se esfuerza en introducirnos a esta
plenitud; y es, pues, en vistas a este fin, con esta intención que la santa
Escritura debe ser estudiada, enseñada y comprendida.



